28 días después

Director: Danny Boyle. Guión: Alex Garland. Intérpretes: Cillian Murphy, Naomie Harris, Noah Huntley, Brendan Gleeson, Megan Burns, Christopher Eccleston. 112 min. Adultos.

Un comando ecologista asalta un laboratorio para liberar a unos monos. Ignoran que los primates portan un virus letal que en pocos segundos transforma a una persona en un zombi asesino. 28 días después, Jim, un joven mensajero, despierta del coma en la UCI de un hospital de Londres y descubre que está desnudo y completamente solo. Viejos periódicos le informan de una terrible epidemia y de una tardía evacuación. No hay agua, ni electricidad, ni televisión. Él mismo verá miles de cadáveres amontonados y correrá para salvar la vida ante las hordas de muertos vivientes.

Esta historia se desarrolla en tres actos. El primero es un modelo de arranque de ciencia-ficción, con los estremecedores planos de Jim paseando por un Londres vacío. La segunda parte es el encuentro de Jim con otros supervivientes. La película cambia de tono: ahora trata de la condición humana, de personas normales en circunstancias que no lo son. La creación de personajes es acertada y el guión evita efectismos y filosofías baratas. El último acto describe la llegada de este grupo a una zona teóricamente segura, controlada por un grupo de militares. Esta parte se complica innecesariamente: es demasiado larga, el protagonista cambia en poco tiempo, se plantea con excesiva insistencia la animalización de la tropa, el afán de supervivencia, el poder. Un desenlace más simple y breve habría resultado más eficaz.

A pesar de sus defectos, 28 días después es una de las películas de terror mejor realizada de los últimos tiempos. No es original ni lo pretende. Cualquier aficionado reconocerá decenas de referencias y no sólo a la trilogía de los muertos vivientes de George A. Romero. Pero Danny Boyle (Tumba abierta, Trainspotting, Una historia diferente, La playa) vuelve a demostrar que es capaz de hacer algo nuevo siguiendo el «manual del buen director» en lugar de los dictados de los grandes estudios. Destacan la utilización de cámaras digitales, cuyo estilo documental contribuye a crear una atmósfera inquietante, una planificación nerviosa, un montaje sobrio y una narrativa donde lo visual reina sobre los demás elementos, y sin apenas efectos especiales. Los que aparecen son de gran eficacia y muy acordes con la tremenda dureza de este film de terror.

Fernando Gil-Delgado

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