El nombramiento de un obispo sin consentimiento de la Santa Sede, contra el acuerdo en vigor, muestra que China mantiene su posición de fuerza, y la usa.
El acuerdo con Pekín para el nombramiento de obispos, recién renovado, ha permitido que todos sean legítimos y ninguno clandestino, pero subsisten serias dificultades.
La campaña del gobierno chino para acabar con las iglesias no autorizadas puede tener el efecto paradójico de potenciar el fenómeno de la clandestinidad.
Al visitar Iraq, el Papa lleva un mensaje de “consuelo y esperanza” para todos y abraza a una comunidad de fieles que hunde sus raíces en los albores del cristianismo.
La Santa Sede dice que se han obtenido resultados importantes, pero reconoce que sigue habiendo graves problemas en otros ámbitos para la Iglesia en China.
El balance incluye que todos los obispos chinos están en comunión con Roma –por primera vez en 60 años– y casi ningún resultado concreto más; todo en medio de mayores restricciones a la libertad religiosa.
A un año de firmado un pacto entre el Vaticano y las autoridades chinas sobre el nombramiento de obispos, el régimen ha seguido reforzando el control sobre la Iglesia local.
La Santa Sede deja a la conciencia de cada uno la decisión de inscribirse o no en un registro oficial, según la fórmula que se emplee en cada lugar y las implicaciones que pueda tener.
La presencia de numerosos cristianos en las protestas contra una ley de extradición a China, y el orden en que transcurrieron, dejan ver el rastro de la fe en el territorio.
En el difícil diálogo con Pekín, marcado por avances y constantes retrocesos, el Vaticano evita dar la espalda a millones de católicos chinos, mientras trabaja por la comunión entre ellos.
Desde los años ochenta, el cristianismo está creciendo a un ritmo estimado del 7% anual, y más rápidamente aun en la nueva clase urbana, sobre todo entre jóvenes y universitarios.
El decano del Seminario de San Efrén, en Madhya Pradesh, relata a Aceprensa el ataque de un grupo de fanáticos hindúes contra un grupo de sacerdotes y seminaristas, y la pasividad oficial.