La autora del libro “El efecto Bruselas” explica en una entrevista cómo la UE ejerce una fuerte influencia mundial a través de la regulación del comercio.
La UE no es el super Estado en ciernes que creen ver nacionalistas y populistas, ni las grietas y tensiones actuales, como las del pasado, bastan para destruirla.
El primer ministro británico cultiva la imagen de un conservador atípico y reinterpreta a Churchill para presentar a los “brexiteers” como héroes de Europa.
Kershaw retoma el relato de la historia europea donde lo dejó en “Descenso a los infiernos”, para ofrecer una visión general desde 1950 hasta la actualidad.
Las nuevas estrellas de la UE no son fácilmente etiquetables: ni Ursula von der Leyen es tan “conservadora”, ni Christine Lagarde tan “neoliberal radical”.
Hay que preguntarse por qué se consolida el populismo, y diferenciar las amenazas reales a la democracia liberal de los desacuerdos sobre políticas y valores.
Las próximas elecciones al Parlamento Europeo se plantean como una batalla para contener a los populistas, que atacan armados de “fake news”. Pero los problemas de la UE son más profundos y tienen raíces culturales.
La decisión de Trump de aplicar, desde el 2 de mayo, una ley de 1996 que posibilita demandar a empresas extranjeras en Cuba, ha provocado el rechazo de la Unión Europea.
Tras un prolongado declive demográfico, la Europa centro-oriental empieza a experimentar un remonte de la fecundidad y a atraer inmigrantes, mientras los países occidentales pierden vigor.
El país conmemora el comienzo de un periodo brillante de su historia, entre dudas sobre su papel en la Unión Europea y los recelos extranjeros hacia las reformas del gobierno actual.