Este retrato gélido sobre la corrupción del sistema democrático a manos de los “lobbies” rebate la idealización de la política de algunas series americanas.
Los hermanos Coen ofrecen aquí un inteligentísimo ejercicio de metacine, una hilarante historia, una sucesión de escenas brillantemente escritas… y, sobre todo, una emotiva carta de amor al séptimo arte.
Película coral, con muchas tramas amorosas, pero con un tono menos cínico que otras veces, aunque tremendamente irónico, hedonista e incidentalmente soez.
Van Sant dramatiza los hechos ya contados en un documental de 1984 en esta superproducción militante, que aboga por los derechos de los homosexuales y quiere llegar a un público amplio.