Los protagonistas coinciden: la asignatura de Religión es un “bien común”

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Frecuentemente, la presencia de la asignatura de Religión en el sistema educativo se plantea como un asunto polémico o al menos “delicado”. Si embargo, un reciente estudio desmiente que la asignatura suponga, para los alumnos y familias que la escogen, un obstáculo para la laicidad de la escuela o un privilegio de la Iglesia. Al contrario, la gran mayoría de los implicados ve en ella una influencia netamente positiva, más allá de su fe o su personal vivencia de la religión.

La Fundación SM acaba de presentar la tercera edición del Panorama de la religión en la escuela (las anteriores datan de 1998 y 2010). Comparada con ellas, esta es con diferencia la que cuenta con una mayor base estadística: entre alumnos, antiguos alumnos, padres y profesores se ha encuestado a más de 18.000 personas.

En general, destaca la valoración claramente positiva que todos estos colectivos hacen de la asignatura. De hecho, los encuestados señalan que, independientemente de la formación propiamente religiosa, la asignatura ayuda a ser mejores personas y mejores ciudadanos, por lo que cabe considerarla como un verdadero “bien común”.

Profesores formados

El informe ha entrevistado a unos 3.500 profesores de Religión, dos tercios de los cuales imparten la asignatura en centros públicos, y el resto en concertados. La inmensa mayoría son laicos: solo en los centros concertados también hay un 15% de religiosos y sacerdotes.

En líneas generales, los docentes están muy satisfechos con su labor. Pese a que una buena parte de ellos considera que el currículo ha de mejorar, casi nueve de cada diez se sienten valorados por sus alumnos. El respaldo que perciben entre los directivos y el resto de profesores es menor, pero también mayoritario. En cambio, uno de cada cuatro no siente que su trabajo esté suficientemente valorado por la Iglesia, aunque no se recogen las razones de este descontento.

En cuanto al perfil personal de los docentes, un 90% señala que su práctica religiosa es “habitual”, un porcentaje similar al de la anterior entrega del informe, y más del 70% está comprometido en alguna labor de voluntariado o asistencia social, 13 puntos más que en 2010. Profesionalmente, están muy bien preparados. Una mayoría de ellos, sobre todo entre los que dan clase en Secundaria, cuenta con otra titulación además de la que necesitarían para dar clase, una proporción que ha aumentado desde 2010, cuando esto solo sucedía en un 40% de los casos. Por otro lado, casi la totalidad dice participar en actividades de formación permanente y aplicar metodologías activas en el aula.

Los docentes destacan que la asignatura supone un impacto muy positivo en los alumnos, y no solo por la formación estrictamente religiosa. La gran mayoría afirma que ayuda a formar la interioridad, el juicio crítico y la responsabilidad social y ética de sus alumnos, y que fomenta un enfoque positivo de la diversidad cultural y religiosa.

Por su parte, los futuros docentes (el informe entrevista a más de 500 universitarios que se están preparando para dar clase de Religión en Primaria) también comparten la valoración general de la asignatura, aunque su “testimonio” vital es menor: solo la mitad de ellos practica de manera habitual, la misma proporción que los que se implican en actividades de cooperación.

Alumnos contentos y con valores

También los alumnos que cursan la asignatura se muestran, en general, bastante contentos con ella.

De los cerca de 8.000 encuestados (en este caso, la mayoría estudia en centros concertados), un 52% considera que esta materia es necesaria para su educación integral, lo que supone un importante incremento de 10 puntos respecto al 2010. Más en concreto, un 80% señala que le “ayuda a ser mejor persona”, y “más tolerante”, a “saber separar el bien del mal” o, a dos de cada tres, a “conocer y valorar otras culturas y religiones”.

En cuanto al perfil religioso de los estudiantes, es significativo que existe una gran variedad. Aunque el porcentaje de los que pertenecen a otras confesiones es bajo, están presentes en casi la mitad de las aulas donde se da la asignatura. De los demás, cerca de un 70% se declaran católicos –una proporción muy similar a la que se da en el conjunto de la sociedad–, un 11% ateos y un 17% agnósticos. Uno de cada tres lleva una práctica religiosa “habitual” (7 puntos menos que en 2010), y otro 50%, “poco habitual”. Eso sí, dos tercios de los encuestados señala que la asignatura “le ayuda a creer en Jesucristo”.

Antiguos alumnos: el beneficio a largo plazo

El informe también ha preguntado a más de 1.300 adultos que en su día cursaron la materia en la escuela. Al igual que los actuales alumnos, guardan un gran recuerdo de sus antiguos profesores. Tres de cada cuatro volverían a matricularse si tuvieran que decidir ahora, y una proporción similar cree que lo haría o lo hará con sus hijos. Una amplia mayoría, además, reconoce que la asignatura ha tenido una influencia positiva en su desarrollo personal: les ha ayudado a encontrar un sentido a su vida (65%), ha aumentado su sensibilidad hacia los que más sufren (80%), y ha desarrollado su pensamiento crítico (70%).

Por otro lado, los datos muestran que los antiguos alumnos de Religión avanzaron en sus estudios muy por encima de la media, lo que desmiente la idea de que la asignatura sea escogida preferentemente por malos estudiantes en busca de una “maría”: entre los encuestados, casi tres de cada cuatro alcanzaron una titulación superior o universitaria, cuando entre los españoles de 25 a 64 años la proporción es tan solo del 38%. Hoy en día se declara católico el 80% de ellos, también bastante por encima de la media.

Familias contra los estereotipos

El informe no podía dejar de preguntar a los otros grandes protagonistas: los padres. En el curso 2018-19, el último del que existen datos confirmados, un 62% de las familias eligió que sus hijos cursaran la asignatura de Religión. Si bien es cierto que el porcentaje ha bajado más de diez puntos en la última década, y que es considerablemente menor en la escuela pública y privada que en la concertada (donde se concentra la mayoría de la enseñanza católica), la proporción sigue siendo alta, especialmente teniendo en cuenta el nivel de secularización y la baja práctica religiosa en la sociedad española, incluso entre los que se consideran católicos.

Las familias que han contestado al cuestionario del informe se declaran mayoritariamente católicas (un 80%), aunque en cuanto a la práctica religiosa predomina una frecuencia “poco habitual”, como ya ocurriera en 2010.

En cuanto a la valoración de la asignatura, un 70% de los padres encuestados rechazan abiertamente la idea de que la asignatura implique algún tipo de adoctrinamiento o que suponga un “privilegio de la Iglesia”. Tres de cada cuatro se muestran “satisfechos” o “muy satisfechos” con la materia, y una proporción similar considera que “es necesaria para la formación global” de la persona. Entre los motivos que les llevan a elegirla, los más citados son los valores que transmite, la cultura general que aporta, o que fomenta la responsabilidad y el espíritu crítico de sus hijos. En cuanto a esto último, el porcentaje de los que opinan así ha aumentado significativamente desde 2010: del 47% al 68%, lo que explica que también haya crecido la proporción de los que recomendarían esta asignatura incluso para familias no creyentes.

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