La visita del Papa a la tumba de su amigo el profesor Jérôme Lejeune ha servido para comprobar una vez más dónde están hoy los gérmenes de la intolerancia. En la Francia de los derechos humanos parece que debería respetarse el derecho de una persona a rezar en la tumba de un amigo sin necesidad de pedir permiso a nadie. Y así lo han comprendido casi todos. Pero un sector minoritario de los profesionales de la tolerancia han visto ahí una "provocación", un "gesto inamistoso" o, incluso, una incitación a "acciones violentas" por parte de los que "no respetan" la ley del aborto.