La búsqueda religiosa de los jóvenes

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El éxito de las recientes Jornadas Mundiales de la Juventud sigue suscitando comentarios en la prensa francesa. Tony Anatrella, sacerdote y especialista en psiquiatría, analiza en una entrevista publicada en Paris-Match (4-IX-97) las expectativas religiosas de los jóvenes.

Anatrella advierte que si muchos jóvenes están alejados de la religión es porque nunca han recibido educación religiosa: «Los jóvenes son los hijos de los adolescentes de mayo del 68 que, en su momento, decidieron no transmitir lo que ellos habían recibido en su educación. Dejaron así que sus hijos se las arreglaran solos en el plano moral y espiritual, sin más preocupación educativa que velar por su desarrollo afectivo. A veces estos jóvenes se han encontrado perdidos, abandonados a sí mismos. (…) Estos jóvenes no fueron bautizados ni catequizados. Había que hacer tabla rasa del pasado para liberarse de la tradición. (…) No es que sean alérgicos a las verdades de la religión cristiana, ni que estén contra la Iglesia. ¡Es que no saben nada! Las respuestas de la mayoría de los jóvenes, en las encuestas más serias, testimonian esta carencia y revelan una ignorancia, una indiferencia, sencillamente una falta de educación del sentimiento religioso».

Esta falta de educación favorece que los jóvenes «confundan lo religioso con lo parapsicológico, lo irracional y lo mágico. Son atraídos por fenómenos ‘en las fronteras de lo real’, que provocan una resonancia emocional y suscitan en ellos sentimientos que les hacen creer que existe un más allá». La espiritualidad de moda es una espiritualidad «sin palabra, sin reflexión, sin contenido intelectual». Pero «todos los patinazos son posibles cuando no hay ningún control institucional ni intelectual». «Tal actitud está en las antípodas del cristianismo, que es la religión de la encarnación del Hijo de Dios. El cristianismo transmite un mensaje de verdad y amor con el cual uno puede construir su vida y luchar contra todo lo que la estropea y destruye. Los jóvenes cristianos experimentan que esta presencia de Dios y su mensaje son portadores de una inmensa esperanza. Les abre los caminos de la vida. Pero cuando el sentimiento religioso, que es inherente a la psicología humana, no es educado y enriquecido por un mensaje auténtico, se queda a un nivel primario y prisionero de una mentalidad supersticiosa y mágica. La falta de educación religiosa favorece las sectas y los falsos profetas…».

El periodista pregunta por qué atrae a los jóvenes Juan Pablo II, con su mensaje exigente. «Es el mensaje de Cristo transmitido por la Iglesia», responde Anatrella. «Y siempre ha sido exigente. Pero es también una fuente de alegría. No es más fácil vivirlo en el aspecto sexual que en las otras realidades de la vida. Nada de verdadero, de coherente y de duradero se construye dando facilidades. Juan Pablo II presenta el camino para vivir en cristiano en nombre del amor de Dios. Y este amor es una manera de buscar el bien y la vida para sí y para el otro. (…) Los jóvenes son sensibles a ese lenguaje y a la persona de Juan Pablo II, que lo afirma serenamente, a pesar de las críticas y de los sarcasmos. Les habla de la vida cuando otros no les hablan más que de la muerte con la droga y el suicidio, de los fracasos amorosos con el divorcio, del paro, por no hablar de una sociedad que no les espera. El Papa les dice que es posible vivir y vivir con plenitud. Y les dice cómo».

Para Anatrella, la actitud de los jóvenes respecto a la religión tiene poco que ver con la de la generación precedente. «La generación de sus padres rechazaba lo religioso, o lo aceptaba en la medida en que era utilizado para defender causas políticas, psicológicas o morales. En este caso, se convertía en un humanitarismo sin Dios. Pero este humanitarismo no tiene porvenir. Su manera de vivir la fe se desviaba también hacia la necesidad de reformas continuas en la Iglesia o a adaptar el mensaje del Evangelio a las costumbres. Todavía existen algunos que se dedican a la crítica sistemática contra la Iglesia», y hablan de «oscurantismo» y «arcaísmo». Pero «la generación actual no se reconoce en esas críticas y procede a una revolución religiosa silenciosa pero decidida. Estos jóvenes sacuden a los cristianos acomplejados y no tienen reparo en manifestarse como cristianos. No quieren dejarse intimidar ni ser reducidos al silencio, y todavía menos ser insultados».

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