La guerra de Gaza altera la geopolítica en Oriente Medio

publicado
DURACIÓN LECTURA: 11min.
La guerra de Gaza altera la geopolítica en Oriente Medio

El ataque terrorista de Hamás, del pasado 7 de octubre, y la subsiguiente respuesta de Israel han alejado aún más la perspectiva de solución al prolongado conflicto entre los palestinos y el Estado judío. Además, ha provocado una sacudida en el Oriente Medio que parece favorecer los intereses de Irán y trastoca las iniciativas diplomáticas de Israel con Arabia Saudí y otros países árabes.

La guerra entre Israel y Hamás tiene, en efecto, unas repercusiones geopolíticas de gran alcance que afectan al Oriente Medio en su conjunto y abren un período de inestabilidad en un escenario en el que la principal apuesta de Washington eran los acuerdos de Abraham. Así se llama el proceso de establecimiento de relaciones diplomáticas de algunos países árabes con Israel, que se sumarían a Egipto y Jordania, que las mantienen desde hace más de tres décadas. Entre las consecuencias de estos acuerdos estaría el aislamiento de Irán y de sus aliados en la región, como Hamás o Hezbolá.

Sin embargo, el punto débil de esta estrategia era dejar en un segundo plano la cuestión palestina, lo que supuso una oportunidad que el movimiento islamista Hamás, que controla la franja de Gaza desde 2005, no ha querido desaprovechar, al desencadenar una guerra contra Israel en la que los países árabes y musulmanes no podrían ponerse de perfil, sobre todo tras la contundente ofensiva de las fuerzas israelíes en Gaza.

Victorias políticas

En el largo conflicto entre israelíes y palestinos no cabe hablar de victorias, aunque se lleve la iniciativa en el terreno militar, se causen bajas al enemigo o se destruyan sus infraestructuras. Los sufrimientos de la población civil, y la consiguiente repercusión en los medios y las redes sociales, hacen que esas victorias no sean “rentables”. Además, presentarlas como una mera cuestión de supervivencia de Israel no termina de calar más allá de las fronteras del Estado hebreo.

Conviene recordar que analistas políticos y estrategas militares elogiaron en el pasado la victoria relámpago de Israel en la Guerra de los Seis Días en 1967, pero no tuvieron en cuenta el coste humano, político y económico que tendría, con el paso del tiempo, la ocupación de Gaza y Cisjordania. Por si fuera poco, uno de los principales derrotados en la guerra, el Egipto de Nasser, que perdió la península del Sinaí, transformó esa derrota en una victoria política de cara a su propio pueblo. Posteriormente, la guerra de 1973, que tampoco supondría una victoria militar de Egipto y Siria, que atacaron conjuntamente a Israel, llevó luego a un triunfo político para los egipcios que, en 1978 con los acuerdos de Camp David, consiguieron que los israelíes les devolvieran el Sinaí.

Gaza, un quebradero de cabeza

Cincuenta años después de la citada guerra, fecha por fecha, Hamás ha buscado una victoria política y parece estar consiguiéndola. Más allá del gran número de víctimas civiles y de un combate sostenido de guerrilla urbana, Hamás piensa en el día de después. Si en 2005 el primer ministro israelí, Ariel Sharon, apostó por “desconectar” Gaza de Israel, poniendo fin incluso a las colonias judías, hoy no parece probable que los israelíes acepten el riesgo de una nueva ocupación de un territorio más que nunca hostil. A esto hay que añadir que la Autoridad Palestina, con un gobierno muy debilitado en Cisjordania, acechado por el auge de los islamistas y el desafío de los colonos israelíes, se encontraría en muy difíciles condiciones para asumir el gobierno de la franja de Gaza.

Por otra parte, Egipto, que administró Gaza hasta la guerra de 1967, difícilmente asumiría el control de un territorio en el que se combinarían problemas humanitarios con la persistencia de grupos islamistas, que están entre los principales enemigos del régimen egipcio.

En coincidencia con la progresiva disminución del papel de Estados Unidos en Oriente Medio, China y Rusia han adquirido mayor influencia en la región

En consecuencia, cuando cesen los combates, la franja de Gaza seguirá constituyendo un quebradero de cabeza para Israel, aun si se logra la finalidad de la ofensiva militar, que es la erradicación de Hamás. Los israelíes tendrían que cargar con el difícil equilibrio entre la “desconexión” con un territorio hostil y una ocupación limitada que les proporcione ciertas garantías de seguridad en su frontera sur.

Otra opción podría ser el despliegue de fuerzas de pacificación de Naciones Unidas, tal como sucede actualmente en el Líbano, aunque esto conllevaría arduas negociaciones en el Consejo de Seguridad para discutir las condiciones del mandato, sobre todo por el hecho de que China y Rusia esgrimirían sus intereses. Con todo, esto no garantizaría tampoco una mayor seguridad para Israel, habida cuenta de que la presencia de las fuerzas de la ONU en el Líbano no ha evitado ni los ataques de Hezbolá ni las represalias de Israel.

Posiciones y desafíos de China, Rusia y Estados Unidos

Desde hace unos años, y en coincidencia con la progresiva disminución del papel de Estados Unidos en Oriente Medio, China y Rusia han adquirido una mayor influencia en la región. China apoya políticamente la causa palestina sin dejar de insistir en la solución de los dos Estados con un plan presentado por Xi Jinping en 2017, pero al mismo tiempo mantiene unos sólidos lazos económicos con Israel, pues los intercambios comerciales han pasado de 11.000 a 23.000 millones de dólares anuales en una década. Estos intereses económicos no han impedido a los chinos criticar la intervención de los israelíes en Gaza como una “violación del derecho internacional”, lo que ha provocado una respuesta de Israel en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU apoyando una resolución que condena el trato de Pekín a los uigures.

En cualquier caso, los intereses de China en Oriente Medio son sobre todo económicos, y su capacidad de influencia política es limitada, pese al aumento de sus vínculos con Israel, Irán y los Estados árabes del Golfo. La retórica de China en el conflicto obedece principalmente al deseo de poner en evidencia a Estados Unidos ante el Sur Global por su condición de aliado de Israel. Pero, políticamente, China no puede hacer demasiado: no tiene prácticamente capacidad de influir en las decisiones de Irán ni de mitigar los recelos de los países árabes, empezando por Arabia Saudí, hacia Hamás, un movimiento islamista apoyado por Teherán.

Por su parte, Rusia ha encontrado en la guerra de Gaza una oportunidad para alimentar el prolongado conflicto de Ucrania. La utiliza como munición retórica en su oposición a Estados Unidos. De hecho, el ataque de Hamás a Israel sirvió a Putin para denunciar la actitud de Washington en el conflicto palestino-israelí, pues –según él–, la intransigente postura norteamericana de apoyo incondicional a Israel no solo impide la solución de los dos Estados, sino que también ha alimentado las acciones de Hamás. Con todo, Putin manifestó sus condolencias a Israel por las victimas ocasionadas por los islamistas, lo que no impidió a los rusos, pocos días después, recibir en Moscú a una delegación de Hamás. Serguéi Martov, un antiguo consejero del Kremlin, explicaba al respecto que Rusia no quiere mantener una postura equidistante, pues Israel es un aliado de Estados Unidos, el principal enemigo de los rusos, y Hamás es aliado de Irán, que a su vez lo es de Rusia, pues, entre otras cosas, le ha suministrado drones que están teniendo un papel destacado en la guerra de Ucrania.

El embajador israelí en la ONU salió al paso de las críticas de Moscú a los bombardeos en Gaza contra la población civil con el argumento de que los rusos están haciendo lo mismo en Ucrania. Hay que recordar además que, en la guerra de Ucrania, Israel no se alineó con las potencias occidentales, pues no impuso sanciones a Moscú ni envió armas a Kiev. Los vínculos económicos estuvieron por encima de cualquier otra consideración. Sin embargo, las críticas rusas hacia Israel han debilitado la posición de Moscú para presentarse como un mediador neutral en el conflicto palestino-israelí y tendrán, sin duda, una repercusión sobre los acuerdos de cooperación económica entre los dos países.

Israel y Estados Unidos parecen reducir la guerra a una lucha antiterrorista, cuando el origen del conflicto es esencialmente político

Como no podía ser de otro modo, Estados Unidos apoyó incondicionalmente a su aliado Israel en la guerra contra Hamás, aunque eso le situara en una posición incómoda. La Administración Biden pidió en un primer momento, sin ser escuchada, moderación a los israelíes en sus represalias, e incluso que no desplegaran tropas sobre el terreno. Después, ha tenido que resignarse ante los acontecimientos, aunque expresara su pesar por la crisis humanitaria de los palestinos. Pero eso ha debilitado su posición ante los gobiernos árabes aliados de Washington, como el de Jordania, cuyo rey, Abdalá II, ha subrayado que las vidas palestinas parecen importar menos a los norteamericanos que las vidas israelíes.

Haifa (Israel), 1-11-2023: Muestras de solidaridad con los civiles secuestrados en Gaza y de gratitud al presidente de EE.UU. (RnDmS/Shutterstock)

Israel y Estados Unidos comparten el objetivo de destruir a Hamás, pero parecen reducir la guerra a una lucha antiterrorista, cuando el origen del conflicto es esencialmente político. Más allá de la pervivencia de Hamás, lo cierto es que decenas de miles de refugiados, desesperados e irritados, culpan indistintamente a israelíes y norteamericanos de su situación, y esto los lleva a radicalizarse. Tanto el gobierno de Trump como el de Biden apostaron por los acuerdos de Abrahán para dar estabilidad a la región, aun a riesgo de dejar en un segundo plano el conflicto palestino-israelí. Hamás ha sabido aprovechar la ocasión para recordar que sigue existiendo e intentar lograr sus objetivos políticos.

Las cautelas de Irán y Arabia Saudí

Desde el comienzo de la guerra de Gaza se ha especulado en torno a la posibilidad de un enfrentamiento directo entre Israel e Irán. Sin ocultar en ningún momento el apoyo a sus aliados en la región, como Hamás, Hezbolá y Siria, los iraníes se muestran un tanto cautelosos, pese a la violenta retórica que emplean, ante la perspectiva de dejarse arrastrar a una confrontación. La crisis económica, las sanciones norteamericanas y las protestas populares no son el escenario más conveniente para que el régimen de los ayatolás se embarque en un conflicto.

La guerra de Gaza ha supuesto un obstáculo para la agenda de desarrollo económico del príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán

Pero esto no quiere decir que Teherán no siga apoyando las acciones de Hamás, Hezbolá, las milicias chiíes en Irak o los hutíes contra intereses israelíes y norteamericanos. Cabe también intuir que un acto reflejo de Irán sea acelerar su programa nuclear, que es la habitual garantía de seguridad para un régimen autoritario.

Por su parte, Arabia Saudí, principal rival de los iraníes en la región, se muestra también cautelosa ante la guerra en Gaza. En el momento del ataque de Hamás, se consideraba que estaba muy cerca el establecimiento de relaciones diplomáticas con Israel. Ello habría favorecido los planes de la Saudi Vision 2030 de convertir Oriente Medio en un espacio más abierto para los intercambios económicos y las inversiones, del que no estaría excluido Irán, pues en marzo de 2023 saudíes e iraníes, con la mediación de China, restablecieron relaciones diplomáticas tras siete años de interrupción.

Sin embargo, la condena de Arabia Saudí a las acciones de Israel ha sido más retórica que práctica, pese a que, por ejemplo, en el pasado noviembre, en la cumbre extraordinaria de los BRICS, los saudíes defendieran un embargo de armas a Israel, o unos días antes condenaran las acciones israelíes durante la reunión, también extraordinaria, de la Organización para la Cooperación Islámica. Lo cierto es que la guerra de Gaza ha sido un obstáculo para la agenda de desarrollo económico del príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán, pero es muy probable que el país tenga la oportunidad de utilizar sus activos económicos en una futura reconstrucción de Gaza, lo que aumentaría su influencia en la zona.

En resumen, la guerra de Gaza alteró los planes para una mayor estabilización en Oriente Medio por medio de ambiciosas iniciativas económicas, en las que participarían Israel y diversos países árabes, y oscureció, en mayor medida que hasta ahora, las perspectivas de una paz basada en la existencia de dos Estados, el palestino y el israelí.

Un comentario

Dejar comentario

Conectado como Aceprensa. Edita tu perfil. ¿Salir? Los campos obligatorios están marcados con *

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.