Desesperación e impotencia en Gaza mientras los colonos avanzan en Cisjordania

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Desesperación e impotencia en Gaza mientras los colonos avanzan en Cisjordania
La ciudad de Khan Yunis (Gaza) el 10 de octubre de 2023 (foto: Anas-Mohammed / Shutterstock)

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“Estamos esperando nuestro turno para morir”. Esta es la frase que Abbas Milhem escucha al otro lado de la línea telefónica de un amigo que vive en Gaza. Impotencia y desesperación: esos son los sentimientos que invaden a los ciudadanos gazatíes desde que comenzó la guerra con Israel. Aunque han sido testigos de muchas contiendas a lo largo de sus vidas, “esta es diferente”, dicen. Antes, el ejército israelí solía avisar antes de bombardear un edificio para que las personas pudieran evacuarlo; ahora ya no avisan, “van contra todo”.

Israel comenzó su ataque tras la masacre de 1.300 civiles israelíes perpetrada por Hamás desde la Franja de Gaza el pasado 7 de octubre. Los bombardeos dejan ya 4.000 muertos, además de escuelas, comercios, viviendas y al menos un hospital y una iglesia destruidos. Aunque la previsible ofensiva terrestre en Gaza no ha empezado, los bombardeos israelíes no cesan, y la avalancha de muertos y heridos que dejan a su paso “no dan tiempo para la tristeza o el duelo”. Israel también ha limitado los suministros de agua, luz y comida en Gaza. Miles de desplazados esperan poder cruzar el paso de Rafah, única frontera por la que pueden huir de los bombardeos y única vía por la que puede entrar la ayuda humanitaria.

Abbas Milhem vive en Ramala, ciudad de Cisjordania que es sede del gobierno de la Autoridad Nacional Palestina. Es el director del Sindicato Palestino de Agricultores. Su mujer, Iman Radwan, es de Gaza y allí reside parte de su familia. Al comenzar la guerra, llamaron preocupados a sus padres, que les tranquilizaron: “Somos personas ancianas que vivimos en nuestra casa particular, no creo que seamos un objetivo”. Su área residencial era una de las más tranquilas de Gaza y nunca había sido objeto de bombardeos. Sin embargo, la vivienda fue destruida sin previo aviso por misiles que mataron a todos los que en ella vivían: los padres y el hermano de Iman y una enfermera, que permanecieron tres días bajo los escombros. Días después, un primo de Iman y siete miembros de su familia también murieron a consecuencia de los bombardeos en Gaza.

“Esta guerra no traerá paz. Bombardear familias no traerá paz” (Abbas Milhem, palestino de Cisjordania)

“¿Qué tipo de guerra están luchando los israelíes? ¿Contra quién?”, se pregunta Abbas. “Los israelíes tienen que pensar también en el futuro de sus hijos. Esta guerra no traerá paz. Bombardear familias no traerá paz”. La mayoría de los palestinos que viven en Gaza son a su vez refugiados de las guerras de 1948 y de 1967: por eso muchos se niegan a desplazarse, a ser refugiados otra vez. “O viven en Gaza, o mueren en Gaza. No se moverán. No quieren una nueva nakba”, dice Abbas haciendo referencia a la palabra árabe, “catástrofe”, con la que se designa el éxodo palestino tras la guerra de 1948.

Iman Radwan (centro), palestina gazatí residente en Ramala (Cisjordania), fotografiada antes de la guerra con sus padres, muertos en un bombardeo israelí en Gaza (cortesía de la familia)

Aumenta la violencia en Cisjordania

Mientras los ojos del mundo están puestos en Gaza, la violencia crece en los territorios ocupados de Cisjordania. Las cifras dejaban durante los pasados meses uno de los años más sangrientos de las últimas décadas: más de 200 palestinos, incluidos niños, muertos en operaciones del ejército israelí o en ataques de los colonos. Durante las dos últimas semanas, debido a la situación en Gaza, se han incrementado las tensiones. Las detenciones se cuentan por cientos y los muertos por decenas. Los asaltos de colonos israelíes a comunidades palestinas –con el beneplácito y la protección, en muchos casos, del ejército– llevan años siendo habituales y han ido creciendo por el apoyo que reciben del gobierno de Benjamín Netanyahu.

El ministro de Seguridad Nacional, el radical Ben Gvir, conocido por sus declaraciones abiertamente xenófobas contra los árabes, anunció al comienzo de la guerra con Gaza que entregaría armas a la población civil. Es así como miles de fusiles M16 han acabado en manos de los colonos en los territorios ocupados. Estas últimas dos semanas, las entradas y salidas de muchas localidades palestinas permanecen bloqueadas por militares israelíes. “Las carreteras en Cisjordania son peligrosas”, explica Abbas, pues están tomadas por colonos armados que se mueven libremente atacando y hostigando a los palestinos. “Se están tomando la justicia por su mano”, dice.

La casa de los padres de Iman Radwan, en Gaza, antes y después de su destrucción en un bombardeo

En plena época de la cosecha de la oliva, cultivo muy extendido en Cisjordania, los colonos no permiten a los agricultores palestinos llegar a sus tierras para trabajar; están controlando zonas de pasto y pozos de agua para impedir el acceso a ganaderos palestinos. Abbas tiene muchos compañeros agricultores en el valle del Jordán. En esa zona, los colonos están atacando a las familias, hostigándolas para que se vayan y tomando control de sus casas y tierras. “El ejército israelí no hace nada. Los colonos se están beneficiando de la situación en Gaza para hacer una limpieza étnica”, denuncia Abbas. Organizaciones de derechos humanos hablan de más de 500 desplazados en el área C de Cisjordania desde que estalló la guerra en Gaza.

Acabar con la ocupación

Abbas lo tiene claro: el camino a la paz pasa por el fin de la ocupación y el respeto a las resoluciones de Naciones Unidas, en concreto los Acuerdos de Oslo, que llevan treinta años sin terminar de aplicarse, mientras la agenda de los colonos sí que avanza desde hace años y, en estos meses de legislatura, apoyada fervientemente por ministros de la coalición de Netanyahu. Esto hace que crezcan las milicias armadas palestinas en ciudades como Jenin, Nablus o Tulkarem. “Aquellos que están bajo la ocupación no van a morir en silencio, por supuesto resistirán. Para tener paz se necesita reconocer la igualdad de derechos de los palestinos y su independencia”.

Desde su sindicato, Abbas no solo aboga por los derechos y la mejora de las condiciones de los agricultores, sino también por la democracia y los derechos humanos como activista de la sociedad civil. Sin embargo, se siente traicionado por los gobiernos de los países europeos y occidentales que se llaman así mismos democráticos por su doble moral a la hora de defender los derechos de algunos pueblos. “¿Por qué somos distintos de los ucranianos? Los seres humanos son seres humanos. ¡Tenemos el mismo Dios!”.

El padre de una joven israelí secuestrada por Hamás: “También en Gaza hay padres que están llorando a sus hijos”

Como muchos, Abbas piensa que este momento puede ser decisivo para llegar a la solución de un conflicto que ya se ha cobrado demasiadas vidas: “La comunidad internacional tiene que negociar una solución seria y valiente contra la ocupación; una solución que sea justa para las dos partes, no solo para una de ellas. Israelíes y palestinos pueden vivir juntos, estoy seguro de ello. Vamos a centrarnos en un futuro mejor para nuestros hijos”.

Llamamientos a la paz

“La gente está llamando a la paz y el mundo no está escuchando”, protesta. Visto que los gobiernos occidentales no parecen interesados en pedir un alto al fuego, Abbas confía en el poder de la gente, en esas manifestaciones por la paz en el Capitolio y en tantas calles europeas. “Sólo la gente puede parar esto”. No está solo; miles de israelíes y palestinos comparten esta visión: la violencia solo generará más violencia, es necesaria una solución política.

Dentro de la sociedad israelí, a pesar de las amenazas y los riesgos de cancelación a la hora de mostrar solidaridad con las víctimas en Gaza o de pedir un alto al fuego, llaman la atención los testimonios de las familias de las víctimas de la masacre de Hamás y de los rehenes. Yakov, el padre de Noa Argamani, la chica secuestrada cuyo vídeo se hizo viral, concedió una entrevista a Haaretz en la que pidió hacer todo lo posible para recuperar a los rehenes. Lejos de sentimientos de odio, Yakov se identifica con los padres que también sufren al otro lado de la frontera: “También en Gaza hay padres que están llorando a sus hijos”.

Ori Givati, activista israelí de Breaking The Silence, en una entrevista concedida a ABC News Australia, llama también a la liberación de los rehenes. Para él, como pacifista, este es el momento más duro que ha vivido. La masacre perpetrada por Hamás dejó entre sus víctimas amigos y compañeros activistas de su organización. “Tenemos que llevar a cabo acciones que nos ayuden a conseguir un futuro pacífico, no venganza y una violencia interminable que solo empeora con los años”. Givati insiste en que el momento es muy duro y que el camino para superarlo como sociedad va a ser muy difícil, “pero ¿qué opción tenemos? No hay otra forma. Tengo muchos compañeros palestinos que piensan exactamente lo mismo, y eso me da mucha esperanza”.

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