Blue Jasmine

GÉNEROS,

PÚBLICOAdultos

CLASIFICACIÓNLenguaje soez, Sensualidad

ESTRENO15/11/2013


Una versión de esta reseña se publicó en el servicio impreso 88/13

(Actualizado el 5-03-2014)

Jasmine lo tuvo todo: un marido rico, casas, barcos, fiestas y lujos. Aquello se acabó y ahora vive del recuerdo mientras comparte con su hermana un pequeño apartamento en San Francisco. Woody Allen venía de donde venía: de rodar la flojísima A Roma con amor, una cinta que no defendieron ni los acérrimos defensores del famoso cineasta neoyorquino (que los tiene). Después de semejante fiasco, la crítica ha acogido con benevolencia general e incluso entusiasmos puntuales esta cinta más agria que dulce (no podía ser de otra forma, tratándose de Allen) y más dramática que cómica. En el horizonte de Blue Jasmine está Match Point, por su tono oscuro y sus referentes literarios (en la segunda, Dostoievski, y aquí, Tennessee Williams y su tranvía llamado deseo), aunque, en este caso, el resultado se queda muchos escalones por detrás.

En la liga personal que juegan las películas de Woody Allen (como rueda una cinta por año, es fácil hacer ranking con su filmografía), Blue Jasmine estaría justo en la mitad de la tabla. No es lo peor de Allen, ni mucho menos, pero tampoco lo mejor. La película cuenta con una actriz como la copa de un pino –Cate Blanchett– que aquí está simplemente sensacional. Blanchett se echa la película a la espalda y le brinda al espectador una de esas interpretaciones multi-registros que suelen premiarse con un Oscar. La réplica se la da otra magnífica actriz, Sally Hawkins, perfecta en un personaje –el de la hermana patito feo– de bastante complejidad. Además, la película hace una feroz y certera crítica a una sociedad dispuesta a sacrificar lo más sagrado por el dinero. Iba a buscar alguna frase grandilocuente que adornara esta contundente afirmación pero es mejor no buscarle paliativos porque lo que mueve la acción en Blue Jasmine es algo tan básico como eso.

El panorama que pinta Allen es negro, también sin paliativos. Su cinismo –en otras ocasiones festivo– es aquí profundamente agrio. No hay personaje que se salve, no hay posibilidad de redención. Las relaciones afectivas, sexuales y familiares son solo un medio de escalar socialmente. Un medio, en el fondo, para comprar bolsos de Louis Vuitton. En realidad y, con diferentes matices, Woody Allen vuelve a contar la misma historia amarga de siempre con idéntico mensaje desesperanzado. Como lo lanza una vez al año, no me da tiempo a que se me olvide, pero tampoco me brinda originalidad para que me sorprenda. Me quedo –como su película– en mitad de la tabla. Y a pesar de las magníficas actrices, ni fu ni fa.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.