Los estudios Ghibli vuelven a dar el do de pecho con la película del holandés Michael Dudok de Wit, que ya fue internacionalmente reconocido por su corto de animación Father and Daughter, del año 2000, por el que ganó un Oscar.
Fue el propio Hayao Miyazaki el que, cautivado con ese corto, contactó con Dudok de Wit para que hicieran juntos algún proyecto. Ahora el holandés estrena su primer largometraje, coproducido también por los estudios Wild Bunch. Esta película inauguró la sección “Una cierta mirada” del último Festival de Cannes, donde obtuvo un premio especial.
Se trata de una cinta muda –que no silente, ya que la banda sonora de Laurent Perez del Mar es magnífica– protagonizada por un náufrago que va a parar a una isla desierta donde una tortuga roja parece boicotear sus intentos de abandonar la isla. Con un estilo de dibujo en 2D tradicional, de trazo sencillo y línea clara, nos cuenta una historia en la que la sensibilidad del argumento coincide con la elegancia y aparente ingenuidad del dibujo. A pesar de que De Wit es holandés y vive en Londres, se trata de una película muy oriental en su simbolismo mágico, en su forma de aproximarse a la naturaleza y en su atmósfera contemplativa. Como otras películas de Ghibli, el tema de la familia es central, como un lugar de maduración que te lanza a lo desconocido. La película fascina por la originalidad de su propuesta y la belleza de su forma.
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