¡Que vienen los americanos (a vivir)!

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Gentrificación
Una plaza en el casco histórico de Lisboa

 

Un norteamericano llega a un hermoso paraje rural italiano o francés, compra una villa destartalada y la reforma. Como se le da bien cantar y bailar, o escribir, o hacer cosas heroicas, traba fácilmente amistad con los del pueblo y termina encontrando el amor de su vida. The End (de hecho, happy end!).

Es un guion bastante común en Hollywood, pero con tintes de realidad: cada vez más estadounidenses abandonan su país para asentarse en suelo europeo (según Eurostat, en 2020 recibieron su primer permiso de residencia en la UE unos 41.700 americanos, y en 2021 fueron 57.000), gracias a antiguas o más recientes regulaciones que lo facilitan, como las Golden Visas (Visados de Oro) y los permisos para nómadas digitales, que experimentaron un boom durante la pandemia.

En algunos casos, en efecto, se hacen con propiedades inmobiliarias rurales… a 1 euro, gracias a programas locales de repoblación e inversión. Según apunta una analista de Forbes, “hay tantos pueblos semiabandonados en Europa, con funcionarios locales que buscan revitalizarlos (…) y con cantidad de casas, villas y aun palacios vacíos que ofrecer, que el número de inmobiliarias internacionales y agentes trabajando en el ‘mercado a 1 euro’ se ha multiplicado”.

¿Por qué buscan tantos americanos un hogar en Europa? En buena medida porque, como reconocen algunos, “en EE.UU. se vive para trabajar y en Europa se trabaja para vivir”, entendido esto como tener tiempo de calidad –para un vermú, para charlar en un parque…–, y también porque, gracias al teletrabajo, no hay que estar sentado en una oficina en Austin o en San Francisco para chequear los Excels de la contabilidad de la empresa o examinar el plano de un edificio. Además, el salario neto estadounidense (de media, 48.800 dólares al año) permite a quienes lo perciben adquirir o alquilar bienes en Europa para los que los nacionales (como los griegos, con 15.900 euros; los portugueses, con 19.300, o los españoles, con 28.100) deben hacer cuentas más cuidadosas y pensárselo bastante más. Verbigracia, para disponer de un techo bajo el que vivir.

Imposible en Nueva York, posible aquí

Aclaración: no es en el campo, en sus decadentes y románticas villas, donde más recalan los estadounidenses, sino en las áreas urbanas. Los portugueses, por ejemplo, están viendo que vivir en sitios como Lisboa u Oporto se ha vuelto un imposible, en parte porque el negocio de la vivienda se ha girado hacia los que vienen de afuera y pueden pagar más.

Ronda Kaysen, experta en temas inmobiliarios, señala en el New York Times que “los americanos que no pueden comprarse el tipo de casas que desean en las ciudades que quieren, como San Francisco y Nueva York, se están mudando al sur de Europa en números significativos”. Lo que es barato para ellos, dice, “es brutalmente caro” para los locales, que deben competir contra extranjeros ricos en mercados ya distorsionados por la presencia de AirBnB y por las inversiones empresariales.

En España, por ejemplo, estadísticas del Consejo General del Notariado informan que los estadounidenses compraron 619 viviendas en el primer semestre de 2019, y 1.162 ya en igual período de 2022. A ellos y a otros compradores de países ricos (a daneses, noruegos, alemanes, suizos, etc.), el precio del metro cuadrado les cuesta más que a los de casa, y donde más caro lo han hallado es en la Comunidad de Madrid (2.893 euros), que es donde se concentra casi el 30% de los casi 40.000 americanos residentes en España (donde más, en el municipio capital: casi 9.000). Pero lo pagan.

En el caso de Portugal –10.000 estadounidenses viven ahora allí, casi el triple que en 2017–, también están muy concentrados en zonas urbanas, lo que dispara los precios para los nacionales. Kaysen explica que el alquiler de un piso de dos habitaciones en Lisboa no bajaba en febrero pasado de los 1.700 euros, que era ya un 39% más caro que en el mismo mes de 2022, y el precio de compra era ya un 10% superior (más de 457.000 euros).

Es, en fin, la dinámica de la gentrificación: los barrios dejan de ser “vivibles” para la población local, cuyo poder adquisitivo no puede competir con el de los nuevos vecinos, quienes transforman la fisonomía del lugar –clubes, bares exclusivos, gimnasios, etc., donde antes había pequeños negocios– e indirectamente “expulsan” a los residentes hacia zonas menos chic pero más costeables.

De ciudad a parque de atracciones

La escasez de vivienda urbana para los portugueses se ha agudizado con las llegadas in crescendo de foráneos desde 2012, gracias a la introducción de la Golden Visa. Esta les posibilitaba la residencia a los extranjeros ricos que ayudaran a reflotar la entonces renqueante economía nacional.

“No hay duda de que la inversión extranjera ha ayudado enormemente a la economía de Portugal –reconoce a Los Angeles Times Isabel da Bandeira, fundadora de la asociación pro-derecho a la vivienda ‘Aqui Mora Gente’–, pero este proceso también ha perjudicado a los residentes tradicionales, que ya no reconocen algunos sitios de sus vecindarios o que no pueden pagar para vivir en ellos”.

La concesión de Golden Visas se tradujo en Portugal en la creación de apenas 280 empleos en 10 años

Según la firma especializada Henley & Partners, la Golden Visa portuguesa aseguraba –hasta ahora– el permiso de residencia, trabajo y estudio sin restricciones. A cambio, el interesado debía adquirir propiedades inmobiliarias por al menos 280.000 euros (en Malta, por más de 700.000; en España, por 500.000; en Italia y Grecia, por 250.000, y así). Pero decimos “debía” porque justamente el encarecimiento y la escasez de vivienda llevó a Portugal a anunciar en marzo la eliminación del procedimiento, del que se beneficiaron unos 12.000 inversores desde su puesta en vigor.

En un artículo sobre la decisión, DW señala que el país recibió por este concepto unos 7.000 millones de euros en poco más de 10 años, pero que apenas 22 visados de los emitidos dieron pie a la creación de 280 puestos de trabajo. El grueso de lo invertido fue a parar, netamente, a la adquisición de inmuebles, lo que elevó fuertemente los precios. Esto derivó en que, desde 2021, los beneficiados con este visado –que en 2022 fueron ya más estadounidenses que chinos– quedaran excluidos de la posibilidad de comprar casas en la región del Algarve, en Oporto o en Lisboa, algunos de cuyos barrios –en el decir de un vecino que ha podido quedarse– “ya no son más un vecindario ni una ciudad, sino un parque de atracciones”.

“Y las llaves se las damos a…”

Si algunos lisboetas ven con preocupación la llegada de extranjeros bien –y además de los americanos hay muchos británicos–, los residentes de Ciudad de México también perciben que el espacio propio y las costumbres se les desdibujan un poco con esta inmigración más solvente.

De todos los países hacia los que emigran estadounidenses, México es el destino predilecto (más de un millón se van a instalar allá, buena parte de ellos, jóvenes nacidos en EE.UU., pero de origen mexicano). También en ese país, pero sobre todo en la capital, tiran de los precios de las viviendas hacia arriba.

Entre enero y octubre de 2022, se concedieron 9.500 permisos de residencia temporal a estadounidenses en Ciudad de México, casi el doble en igual período de 2019

Según cuenta Kate Linthicum en Los Angeles Times, todo comenzó a raíz de que, en 2016, el New York Times nombró a la ciudad como principal destino turístico mundial, lo que animó a muchos americanos a comprar inmuebles, asentarse, abrir negocios e ir cambiando el perfil de barrios otrora más populares. Más adelante, en 2020, las escasas restricciones de entrada al país durante la pandemia supusieron un plus de atractivo.

La curva ha ido en ascenso: si entre enero y octubre de 2019 se dieron permisos de residencia temporales en Ciudad de México a unos 5.400 americanos, en igual período de 2022 se otorgaron a 9.500. El New York Times observa que este aumento ha “coincidido” con el alza de los alquileres: de un promedio equivalente a 880 dólares en enero de 2020 a 1.080 en noviembre de 2022. En mayo de 2023, el sueldo medio mexicano es de 714 $, con lo cual, es fácil adivinar a quién le da las llaves el casero.

Pero la repercusión de la mayor presencia de americanos va más allá: la sociedad mexicana, a semejanza de otras en Hispanoamérica, está algo más estratificada que las europeas (de los países de la UE, el último en el Índice Mundial de movilidad social es Grecia, en el lugar 48; México está en el 58). Según algunas fuentes, la creciente llegada de estadounidenses ahondaría las desigualdades, las distancias sociales…

En este sentido, el profesor y escritor Fernando Bustos cuenta a Los Angeles Times que muchos de los nuevos residentes no suelen preocuparse por las esencias, la historia, la cultura del sitio, sino por lo comparativamente barata que resulta la vida allí, y que además refuerzan una suerte de “sistema de castas” no oficial, pero sí perceptible por los nacionales.

“En México –añade– se les da preferencia a las personas de piel blanca. Ahora, si un residente quiere ir a un restaurante o a un club, tiene que competir no solo con los mexicanos ricos y blancos, sino con los extranjeros”.

Sí: el dólar fluye y empapa a las economías, lo mismo en Europa que en América. Pero muchos, en sus ciudades, se pueden quedar bastante secos.

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