¿Quieres ser más productivo? Haz menos

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¿Quieres ser más productivo? Haz menos
Nicolas Hoizey / Unsplash

Dentro del género de la autoayuda, hay un sector que recibe mucha atención: la productividad. Y es que el individuo contemporáneo, ahogado por sus obligaciones laborales, desea saber cómo hacer frente a listas de tareas que parecen no tener fin.

Cal Newport, ensayista y profesor, lleva años ofreciendo consejos sobre este tema, pero a contracorriente, consciente de que la industria de la productividad no solo vende a menudo recetas inútiles, sino que en muchos casos incrementa la ansiedad. Si se lee algún libro o se consultan podcasts y vídeos de ese género, las fórmulas que difunden aprietan más las jornadas o recomiendan hacer todo más rápido. De ahí que quienes consumen dicho contenido quedan más desasosegados y ven multiplicado su burnout.

Un cambio drástico

“Cómo dejar de procrastinar”, “escribe una novela en diez días”, “mejora tu forma física con rutinas de 3 minutos”, “lee un libro por día”… A estos consejos estresantes se une esa idea tan ridícula según la cual una vida exitosa exige levantarse a las cinco de la mañana para hacer burpees.

Esta es la atmósfera que se respira en lo que Byung-Chul Han ha llamado “la sociedad del rendimiento”. Newport, que ya enseñó a trabajar en profundidad en un fantástico libro –Céntrate (Deep Work)–, no ahonda tanto como el coreano, pero comparte con él la preocupación por el destino agotador del ser humano en una sociedad hiperproductiva.

Los libros de Cal Newport analizan bien los entornos laborales de la sociedad del conocimiento y aportan ideas, a la vez que descienden a lo más cotidiano

Su último ensayo, titulado Slow Productivity (Penguin, 2024), es, precisamente, un manifiesto que aboga por enfocar el trabajo y la vocación profesional de una manera mucho más artesanal, lentamente, apostando por la calidad, disfrutando del ahora y evitando la obsesión del trabajador de hoy por tachar tareas de una lista inacabable.

El atractivo de Newport, la fórmula que le ha dado el éxito en el género de la autoayuda –a pesar de que es poco dado al marketing y de que, para escándalo de muchos de sus seguidores, no tiene redes sociales–, es combinar un leve trasfondo filosófico con consejos prácticos y realistas. Sus libros, ciertamente, analizan bien los entornos laborales de la sociedad del conocimiento y aportan ideas fundadas, al tiempo que descienden a lo más cotidiano, ayudando a mejorar la vida –laboral y personal– de los lectores.

Menos es más… y mejor

Parece existir una dialéctica insoluble, como si el sujeto de hoy tuviera que elegir entre llevar una vida ajetreada, con horarios inhumanos, o, por el contrario, retirarse al campo y renunciar al consumo. Newport cree que es posible construir una vida con sentido sin necesidad de asentarse en una aldea. De lo que se trata es de controlar los hábitos, no dejarse llevar por el frenesí productivista, reconocer que el trabajo es parte de la vida humana, pero no la única, y contrarrestar nuestra tendencia a la dispersión. Hacer menos para hacerlo mejor, pues.

Del mismo modo que hay una paradoja en la sociedad del conocimiento, porque se asienta sobre la capacidad intelectual y, al tiempo, la torpedea con estímulos y distracciones irresistibles, también existe una paradoja laboral: los esfuerzos cognitivos que aseguran resultados de calidad son incompatibles con horarios llenos de to-dos o quehaceres inaplazables. Eso dificulta “realizarse en el trabajo”, así como conciliar la vida laboral con la familiar.

Por otro lado, no ha cambiado nuestra manera de medir la productividad: como en la economía industrial, se piensa que depende del número de horas que se pasa sentado en una mesa. Craso error. Además, a falta de orden, se dilapidan las horas con tareas insustanciales.

Pero hacer menos, como sugiere el programa de productividad lenta, no es –evidentemente– una invitación a la molicie. Trabajar exige compromiso, tiempo, atención; requiere fuego lento, por decirlo así. La sugerencia es, pues, una exhortación tanto para la excelencia como para la diligencia. Lo sabían muy bien san Agustín y santo Tomás de Aquino cuando, en sus análisis sobre la curiosidad y la estudiosidad, insinuaban que la agitación productivista escondía, más que nada, desidia.

El demonio de la pseudoproductividad

El interés de Newport es “eliminar del trabajo su creciente frenetismo y convertirlo en algo más sostenible y más humano, posibilitando que cada uno se sienta orgulloso de su profesión”. Sus consejos se dirigen a quienes tienen trabajos creativos o intelectuales, pero sería erróneo que el resto no sacara beneficio de sus recomendaciones: a lo que invita es a cultivar nuestra humanidad en el trabajo; estar atentos al espíritu, no solo al bolsillo, lo cual es aplicable a todas las profesiones.

Lo primero es combatir ese sesgo tan falso como estresante que sugiere que si queremos destacar en nuestras vidas profesionales, debemos trabajar más. Por ahí se oye que triunfa quien sigue trabajando cuando sus competidores duermen, pero eso no solo es nocivo, sino totalmente falso.

“No es verdad –explica Newport– que quien hace menos logre menos. Y no lo es porque la sobrecarga de trabajo nos deja exhaustos o resulta insostenible; además, hacer menos cosas nos hace más valiosos en nuestros trabajos y es beneficioso tanto desde un punto de vista psicofísico como económico y creativo. Enfocarse intensamente en hacer algo nuevo es objetivamente la mejor manera de emplear nuestros cerebros para producir algo valioso”.

¿Cómo hacer menos?

Pero ¿es realista la propuesta? Cierto es que demanda un giro total de mentalidad, así como cambiar la manera en que medimos la productividad y organizamos los entornos laborales. Siendo difícil, lo que hay que ponderar son los beneficios que depara. Y es aquí donde las sugerencias de Newport adquieren su verdadero valor.

Se trata de controlar los hábitos, no dejarse llevar por el productivismo, reconocer que el trabajo es solo una parte de la vida humana y contrarrestar la tendencia a la dispersión

Como se sabe, gran parte de la industria de la autoayuda está repleta de admoniciones y reglas inhumanas. Por esta razón, no solo no mejoran la vida de quienes se lanzan a esos libros como un último salvavidas; es frecuente que rebajen la autoestima cuando quien prueba sus fármacos se da cuenta de que no es sostenible, ni siquiera a corto plazo, ir todos los días al gimnasio, trabajar diez horas diarias, ser vegano, meditar, leer y estudiar.

Newport no recomienda pasar horas y horas con ayunos inmisericordes. Para él, mejorar significativamente nuestra vida depende de cosas tan sencillas como enamorarse de los procesos en lugar de centrarse en los resultados, planificar con más realismo, pensar con imparcialidad antes de aceptar un encargo o ser más inteligentes cuando afrontamos los proyectos.

Los tres pilares

En concreto, la filosofía recogida en Slow Productivity tiene tres pilares: hacer menos, trabajar en entornos naturales y obsesionarse por la calidad. Newport ayuda a que cada uno los aterricemos en nuestra labor diaria: además de concretarlos, comenta el caso de personas que han ideado caminos para aplicar esa nueva forma de aprovechar la jornada laboral.

Hacer menos exige ser drástico y elegir solo proyectos importantes, bajándose de otros. Además, hay que establecer reglas específicas, respetar bloques de trabajo definidos por proyectos y limitar todo aquello que no sea central: correos, reuniones, búsquedas en internet, redes… También hacer menos es indispensable para conciliar la jornada con la vida familiar, un ámbito que hay que cuidar para tener una existencia dichosa.

El objetivo que propone Newport no es el éxito o la fama, sino gustar de la labor profesional, mejorar vitalmente y cultivar las virtudes

Trabajar en un entorno natural no quiere decir que nos ubiquemos en un bosque con nuestros portátiles. Significa adaptar el ritmo de trabajo al de la naturaleza: no apresurarse, tomarse tiempo para sacar adelante los proyectos, dar espacio a cada uno. Hay dos consejos muy interesantes. Por un lado, el del factor de multiplicación: según Newport, un buen modo de estimar el tiempo que llevará una determinada actividad es multiplicar por dos la cifra inicial. Por otro lado, avisa: el descanso hay que tomárselo en serio y programarlo.

Trabajar mejor

El tercer pilar es mejorar la calidad, lo cual, así dicho, puede ser un brindis al sol. ¿Qué quiere decir un trabajo bueno? Un abogado, un publicista, un comercial, un periodista… ¿cómo saben cuándo su trabajo es de calidad? Esta es una de las preguntas más relevantes a la que Newport, que tiene una especie de consultorio en internet, responde. Y dice: para ser capaz de detectar la excelencia, se debe frecuentar y asimilar el trabajo de los mejores, familiarizarse con él.

En segundo término, la calidad requiere entrenamiento. Aquí de nuevo tiene un papel trascendental el ocio, y se recomienda llenar las horas libres con actividades que nos beneficien espiritualmente. Para ello, es necesario hacer menos: está claro que una jornada atestada, estresante y agotadora es incompatible con el disfrute elevado.

Priorizar la calidad del trabajo no tiene por qué conducir al perfeccionismo. El objetivo de la productividad lenta no es el éxito o la fama, sino gustar de la labor profesional, mejorar vitalmente y cultivar las virtudes, tomando conciencia de que también el entorno laboral conduce a esa existencia en plenitud a la que el ser humano se siente llamado.

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