La pornografía crea machistas

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Una encuesta de la ONG Save the Children concluye que el consumo de pornografía en la adolescencia lleva a una banalización de la sexualidad y fomenta actitudes machistas. La prevención y el remedio, dice, está en la familia. Un libro reciente de Rosa Cobo hace un diagnóstico similar.

Más de mil quinientos adolescentes de 13 a 17 años han participado en la investigación de Save the Children. De ella resulta que el 62% de ellos ha accedido alguna vez a materiales pornográficos, el 53% ya antes de los 12 años.

Según el estudio, titulado (Des)información sexual: pornografía y adolescencia, los jóvenes llegan a la pornografía a través de amigos (51,2%) o solos, buscando en Internet (28,5%); pero cada vez más, el 17,4%, accidentalmente, a través de anuncios en la red. Más preocupante es el porcentaje de adolescentes, entre los que acceden a pornografía, que se declaran consumidores habituales (han visitado alguna página en los últimos 30 días): el 70%, aunque hay gran diferencia entre los chicos (80%) y las chicas (40%).

Porno y sexualidad

El smartphone es lo que utiliza la mayoría para ver pornografía. El informe señala que el uso extendido de los móviles entre chicos, cada vez más jóvenes, es una de las causas que explican la mayor difusión de imágenes sexuales.

Para Save the Children, los datos también muestran que entre los adolescentes se ha normalizado el consumo de porno: solo el 17,4% de las chicas y el 35,3% de los chicos consideran que se exceden; para el resto, no es motivo de preocupación.

La pornografía constituye, además, uno de los canales empleados por los menores para acercarse a la sexualidad. El 30% mantiene que es su fuente principal de aprendizaje sobre estos temas, mientras que el 32%, asegura recibir información en casa, o el 26%, que afirma recibir formación en el colegio.

Violencia y machismo

De acuerdo con la ONG, ver imágenes pornográficas repercute negativamente en la configuración de la identidad y el deseo sexual, haciendo normales conductas que no lo son: cerca de la mitad de los adolescentes consumidores de porno dice haber imitado comportamientos que ha visto. Y el 52% sostiene que la pornografía ha influido en su vida mucho o bastante.

No es difícil relacionar estos datos con la edad de iniciación en el sexo o la promiscuidad. En este sentido, la investigación sugiere que la tolerancia con el porno puede haber facilitado otras conductas. El 17% de los jóvenes declara haber contactado a través de Internet con desconocidos por alguna cuestión sexual y el 20% ha compartido fotos íntimas al menos en una ocasión. Por otro lado, se apunta que “las prácticas sexuales que se reflejan y normalizan pueden conducir a que la manera de satisfacer el deseo generado por la pornografía sea el recurso a la prostitución”.

La feminista Rosa Cobo insiste en que la pornografía degrada a la mujer y se sustenta sobre un discurso explícitamente machista

Más inquietud provoca la influencia de estos contenidos en la concepción sexual de los jóvenes, si se tienen en cuenta los estereotipos que transmite, algo que señala la feminista Rosa Cobo. En su libro Pornografía. El placer del poder (Ediciones B, 2020), esta experta en sociología de género insiste en recordar cómo la pornografía degrada a la mujer y se sustenta sobre un discurso explícitamente machista, contribuyendo a moldear la sexualidad femenina a partir de lo dictado preferentemente por el hombre.

En efecto: el 55% de las chicas que han participado en la encuesta de Save the Children son conscientes de que la pornografía se centra en los deseos masculinos y que no hay en ella igualdad entre los sexos, convicción que en el caso de los varones desciende al 31%. Ahora bien, más del 70% de los encuestados admite que los contenidos pornográficos son también en muchas ocasiones violentos.

Esclavitud femenina

Para Save the Children, el consumo de pornografía puede reforzar “conductas de riesgo, entre los adolescentes, basadas en la sumisión de la mujer frente al hombre”. A través de las contestaciones, se percibe, por ejemplo, que los menores en muchos casos no son capaces de identificar prácticas sexuales degradantes.

Cobo, por su parte, insiste en señalar cómo la difusión de la pornografía, gracias tanto al movimiento de liberación de la mujer como a la mercantilización de la intimidad, ha ayudado a banalizar la sexualidad, lo que ha perjudicado especialmente a la mujer. No es de extrañar que pensadoras feministas –Kate Millet, Kathleen Barry, Catharine MacKinnon o Andrea Dworkin, entre otras– se opusieran a estas prácticas por su naturaleza patriarcal y relacionaran, sostiene la autora, pornografía y prostitución.

Los adolescentes que siempre cenan en familia acceden menos a la pornografía

De hecho, una de las luchas emprendidas por un sector del feminismo ha sido la de cambiar la legislación sobre la pornografía, sosteniendo que promueve la discriminación y partiendo de la importancia que tiene en la concepción sexual de la sociedad. Y aunque, como reconoce Cobo, también en el seno del feminismo han existido voces que, apelando a la libertad sexual, se han manifestado en contra de prohibir las imágenes sexuales explícitas, ella cree que estas argumentaciones anteponen erróneamente los deseos individuales a la igualdad entre hombre y mujer.

La vida familiar, una eficaz prevención

La encuesta de Save the Children se refiere también a la influencia de la familia y los hábitos en el hogar con el consumo de contenidos inapropiados por parte de los menores. “En general –afirma–, quienes siempre cenan en familia han accedido menos a la pornografía”. La falta de comunicación puede ser, por tanto, causa de conductas de riesgo. En este sentido, el 82% de los adolescentes que nunca o casi nunca cena con sus padres reconoce haber visto pornografía en los últimos 30 días.

Para proteger a los menores de contenidos sexuales inapropiados, la ONG destaca la importancia del control parental sobre lo que ven los adolescentes en Internet, el establecimiento de normas claras para el uso de los dispositivos y, por último, la existencia de filtros. Quienes miran pornografía más de una vez a la semana vive en familias en los que no hay normas ni criterios en el uso de la red.

Aunque en la investigación se reconoce que lo importante para los chicos es explicar los daños ocasionados por la pornografía, más que imposiciones, concluye que “los hábitos familiares pueden llegar a ser determinantes en el acceso y consumo posterior de contenidos pornográficos”.

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