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La estrategia china para desplazar a Estados Unidos

publicado
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Detalle de la portada de “The Long Game”

 

El pasado febrero se cumplió medio siglo del viaje del presidente Richard Nixon a Pekín, que inauguró una nueva era en las relaciones Estados Unidos-China, si bien el final de la Guerra Fría, coincidente con la masacre de Tiananmen, sería el punto de arranque de la presente rivalidad entre ambas potencias. Así lo explica Rush Doshi, profesor de la universidad de Yale y asesor de la Administración Biden, en su libro The Long Game. China’s Grand Strategy to Displace American Order.

The Long Game sistematiza y describe las etapas históricas de la estrategia de China frente a Estados Unidos. Abarca más de cuatro décadas que se remontan desde la apertura de China comunista a la economía de mercado con Deng Xiaoping, hasta la proclamación orgullosa del “sueño chino” de ser una potencia global con Xi Jinping, subrayado en 2021 con ocasión del centenario del Partido Comunista chino (PCCh). Doshi califica a la estrategia china de “estrategia de desplazamiento”. La cuestión inicial es si existe algún programa preestablecido para alcanzar el objetivo de desbancar a Estados Unidos como primera potencia mundial.

Niega el autor que exista un único documento que contenga esa finalidad, aunque puede deducirse a través del estudio de una infinidad de documentos, en su mayoría procedentes del PCCh. Doshi ha recopilado y estudiado en profundidad discursos de los sucesivos líderes del Partido y de los responsables de la política exterior, documentos sobre doctrina militar, memorias y biografías de destacados dirigentes políticos, militares y diplomáticos, así como algunos análisis de think tanks chinos. Del estudio de los textos extrae la tesis de que China ha construido paulatinamente una estrategia para su ascenso como gran potencia no solo de alcance regional, sino también global.

La estrategia nacionalista del comunismo

Acostumbrados a pensar en China como una gran economía mundial, hay quienes olvidan el papel fundamental del PCCh. El régimen chino es, sin duda, nacionalista, pero su modo de concentración del poder es claramente leninista. Los antecesores republicanos del maoísmo, Sun Yat Sen y Chiang Kai Shek, no defendían una democracia de corte occidental, sino que también estuvieron influenciados por la centralización leninista del poder. Esa centralización, que alcanzó su culmen con Mao, siempre fue considerada como el único medio de construir una China próspera y poderosa.

Doshi afirma que China es, ante todo, un régimen nacionalista. El nacionalismo no es un elemento instrumental, tal y como sucediera en otros sistemas comunistas, pues es indispensable para restaurar la grandeza histórica de China. El Estado nacional encarna la prosperidad y el poder, y contrasta con las tradiciones confucianas. El nacionalismo es necesario para el rejuvenecimiento de China, una expresión empleada hace más de un siglo por Sun Yat Sen, primer presidente de la República, y renovada en la actualidad por Xi Jinping.

Ocultamiento de las capacidades chinas

Como explica Doshi, en los años finales de la Guerra Fría –en particular, tras la invasión soviética de Afganistán–, chinos y norteamericanos eran casi aliados y compartían información de inteligencia, pero entre 1989 y 1991, con la masacre de Tiananmen, la primera guerra del Golfo y el final de la Unión Soviética, China encontró sobrados motivos para concluir que Estados Unidos se estaba convirtiendo en la única superpotencia mundial y que con sus alianzas con Europa y Japón estaba en condiciones de rodear a China.

Las discrepancias con Washington abarcaban, además de los temas económicos comerciales, Taiwán y el respeto de los derechos humanos. En esos momentos se hacía más acuciante seguir el consejo de Deng Xiaoping de ocultar las capacidades de China hasta asegurar su posición. No había que demostrar asertividad, sino tener paciencia y actuar con calma. Jiang Zhemin y Hu Jintao, sucesores de Deng, defendieron esta misma política de subordinar los intereses chinos a corto plazo a los de largo plazo. Según Doshi, esta fue la postura de China hasta la crisis financiera global de 2008.

A China no le interesó el multilateralismo hasta que descubrió en él un medio para frenar la influencia norteamericana en la región

Medidas asimétricas

La primera estrategia de desplazamiento china se circunscribe al período 1989-2008, y se caracteriza por el empleo de medidas asimétricas para socavar la hegemonía norteamericana.

En el terreno militar se quiso corregir la trayectoria histórica de China, que durante siglos dejó de mirar al mar, y se adoptó una doctrina naval que dio preferencia a la construcción de submarinos e instalación de minas. Sin embargo, no se fabricó ningún portaviones, pues habría afectado considerablemente a los presupuestos de la marina.

En lo político, el objetivo fue intentar demostrar las intenciones benignas de Pekín respecto a sus vecinos. El primer paso fue unirse a la APEC (Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico) y establecer relaciones especiales con la ASEAN (Asociación de Naciones del Sureste Asiático), por medio del Foro Regional Asiático (ARF). Hasta entonces a China no le había interesado el multilateralismo, pero ahora le convenía la cooperación regional, pues era un medio de que los norteamericanos y sus aliados no rodearan a China.

La cooperación no tenía que implicar una burocracia permanente y debía de limitarse a foros consultivos, no vinculantes, con reglas basadas en el consenso, lo que implicaba que China pudiera ejercer un derecho de veto. En este mismo sentido, Pekín favoreció el establecimiento de la Cumbre de Asia Oriental en 2005. Más importante, sin embargo, para los intereses chinos fue la creación de la Organización de Cooperación de Shanghái en 2001, que reúne a China, Rusia y cuatro antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central. Su finalidad primordial era combatir el separatismo, el terrorismo y el extremismo religioso, pero también apuntaba a minar la influencia de los norteamericanos en la región a partir de su presencia en Afganistán.

En el aspecto económico, la estrategia china en aquellos años se concentró en mantener con Estados Unidos un acuerdo comercial de nación más favorecida, aunque el principal objetivo chino fue el ingreso en la Organización Mundial de Comercio (OMC), que consiguió en 2001. En Washington algunos creyeron equivocadamente que el libre comercio cambiaría la vida de la población china y traería cambios sociales y políticos. Esto evidentemente no sucedió.

Una China más asertiva

Según Doshi, la segunda etapa de la estrategia china empezó en 2008, con la crisis financiera global, y se puede dar concluida en 2017 con el 19º Congreso del PCCh, que consolidó el liderazgo de Xi Jinping.

China insistió en el discurso de la multipolaridad, que contrapuso a la unipolaridad norteamericana. Al mismo tiempo, la diplomacia china se mostró más asertiva. En 2010, en el Foro de la ASEAN, el ministro chino de Asuntos Exteriores, Yang Jiechi, no dudó en denunciar la conspiración antichina de Washington, cuestionó las credenciales socialistas de Vietnam y amenazó veladamente a Singapur. El tiempo de ocultar las capacidades se había terminado y el ministro afirmó que “China es un gran país y otros países son pequeños países, y esto es solo un hecho”.

En el aspecto militar llegó el momento de contar con portaviones. A la vez, los chinos reactivaron un marco de seguridad panasiático por medio de la Conferencia de Interacción y Medidas de Confianza en Asia (CICA), establecida en 1992. China asumió su liderazgo en 2014 y fomentó su institucionalización. Xi Jinping subrayó entonces que debían ser las naciones de Asia las que se ocuparan de la seguridad del continente. Asia debía ser para los asiáticos, y para su seguridad y prosperidad debía contarse con China.

Infraestructuras

Este período se caracteriza, además, por la continua marcha de China hacia el oeste, ya que al este se encontraban los principales aliados de Estados Unidos. Esta expansión va acompañada de construcción de infraestructuras e inversiones financieras, como demuestra la iniciativa Belt and Road, más importante por sus componentes estratégicos que económicos. Doshi señala que algunos proyectos de infraestructuras portuarias en las Maldivas, Sri Lanka o Pakistán pueden no resultar económicamente rentables, si bien representan oportunidades estratégicas, incluidas las posibilidades de influenciar en la política de dichos países. Por otra parte, China estableció una base militar en Yibuti, con el pretexto de combatir la piratería en el Índico, y si bien no ha multiplicado sus bases en el extranjero, a diferencia de Estados Unidos, las infraestructuras portuarias podrían en un futuro servir para propósitos militares.

En lo económico el propósito de China fue debilitar el monopolio del dólar, y en 2015 el 30% de las transacciones comerciales en Asia se realizaron con el yuan chino. Fomentaron también un sistema de pagos interbancario alternativo al SWIFT y una agencia de calificación crediticia propia.

Xi Jinping no pretende exportar un socialismo de características chinas, sino ofrecer al mundo la sabiduría y la fuerza de China

Una China global

La tercera etapa de la estrategia de desplazamiento comenzó en 2017 y llega hasta la actualidad. Se caracteriza por que China manifiesta abiertamente su propósito de ser la primera potencia global y fija incluso la fecha –2049, centenario de la República Popular China– para conseguirlo.

Doshi señala que algunos acontecimientos han favorecido este propósito, como la llegada de Donald Trump al poder, que supuso un cierto repliegue norteamericano en el mundo; el Brexit, con el consiguiente debilitamiento de Europa; o la aparentemente mejor gestión de la pandemia.

El mensaje chino ya no se dirige solo a la comunidad asiática. Ahora se habla de “una comunidad de futuro compartido para la humanidad”. No pretende exportar un socialismo de características chinas, sino ofrecer su “sabiduría y fuerza” para hacer frente al caos inducido por los occidentales. Xi Jinping se refirió en un discurso en 2021 a “cambios nunca vistos en un siglo”, y afirmó que China debe liderar la cuarta revolución industrial, la de la alta tecnología, con amplias repercusiones geopolíticas.

La respuesta de EE.UU.

Doshi no se refiere en su libro a la guerra comercial desarrollada por Trump en 2018, un enfrentamiento directo que no comparte. Antes bien, es partidario de desarrollar una estrategia asimétrica para contener a China y limitar sus capacidades a nivel global y regional. Hay que seguir apoyando a los aliados asiáticos y, a la vez, minar los esfuerzos chinos de establecer más bases militares en el extranjero. Al mismo tiempo, hay que contrarrestar la influencia china en la ONU y en otras organizaciones internacionales.

En el aspecto económico Washington debería desarrollar una labor pedagógica en los países afectados por la iniciativa Belt and Road, recalcando las debilidades financieras y la necesidad de controlar la corrupción política. Pero lo más decisivo es, sin duda, el dominio de las nuevas tecnologías, y para esto es esencial la cooperación de los aliados de Washington.

Frente a los que afirman que Estados Unidos ha entrado en decadencia y que vive un grave periodo de polarización, Doshi señala la necesidad de recuperar el consenso entre republicanos y demócratas, algo que sucedió durante la Guerra Fría, para hacer frente al desafío chino. Considera, al igual que escribiera Samuel Huntington en 1988, que la decadencia norteamericana solo puede hacerse realidad si la opinión pública está convencida de ello.

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