Martin Buber estaba convencido de que el hombre era un ser relacional, pero sabía que la auténtica relación, la constitutiva, no es la que se instaura entre una persona y otra, sino entre el ser humano y la fuente de su existencia: Dios. Estaríamos tentados a hablar de participación, el término que desde Platón a santo Tomás de Aquino se emplea para aludir a ese misterioso vínculo que hermana al ser con el ente, incluso con este ente tan peculiar
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