Madrid, en pleno verano y sufriendo una ola de calor. Un policía (Germán) se levanta una mañana con una monumental resaca y una extraña sensación. En el maletero del coche descubre unas tijeras manchadas de sangre. Desgraciadamente, no recuerda nada. Poco después acude con su jefe a una peluquería, donde un joven ha sido asesinado. A medida que la investigación avanza él mismo se da cuenta de que debe de ser el autor de la muerte; pero es incapaz de recordar nada. Necesita saber qué ocurrió, tanto si es inocente como si es culpable.
A partir de un guión propio, el guionista Luis Marías debuta como director con un thriller sólido, que arranca en punta y cuya tensión no decae en ningún momento. La información acerca del crimen se va desvelando poco a poco, a medida que la investigación avanza, al igual que la personalidad de este policía alcohólico y violento, cuyo matrimonio está a punto de zozobrar. Ahora, este posible asesinato que pesa sobre su conciencia le tortura; podría desinteresarse, huir, hacer otra cosa, como le aconseja su esposa. Pero él siente que su deber, para consigo mismo en primer lugar, consiste en descubrir qué pasó realmente.
Se trata de una buena historia, llevada con buen ritmo, en la que no hay fallos de concepto, aunque quizá hubiera ganado con un pulido para suavizar salidas excesivamente bruscas o demasiado fáciles. Por su parte, la interpretación de Antonio Resines, omnipresente en esta película, es bastante acertada.
Fernando Gil-Delgado
