Directora: Penny Marshall. Intérpretes: Danny DeVito, Gregory Hines, James Remar.
Bill (Danny DeVito), un publicista en paro, acepta a regañadientes trabajar como profesor en el ejército. El contraste entre su forma de ver la vida y la disciplina militar es total. Sin embargo, Bill se irá adaptando poco a poco a su nueva vida, y descubrirá la magia de educar a un grupo de soldados, buenos chicos, pero de escasísima cultura.
Un poeta entre reclutas hace un retrato amable del ejército, que ha prestado gustoso su colaboración. Pero va más allá. No en vano el film de Penny Marshall ha sido calificado de El club de los poetas muertos en clave castrense. Lo cierto es que ambas películas comparten la intención de despertar el interés por las humanidades y concretamente, en el caso que nos ocupa, por Shakespeare.
Pero la película de Marshall presenta problemas. Su metraje es excesivo, y tarda demasiado en entrar en materia. Hay demasiados personajes, y alrededor de cada uno se trata de elaborar una pequeña subtrama. Algunas funcionan bien, pero otras, incluso interesantes, provocan dispersión y lastran la historia. La directora recobra el ritmo en la última media hora, plena de aciertos. La obra de Enrique V a la que asisten los soldados, la representación de un fragmento por uno de ellos durante unas maniobras o el examen final, prueba de que Hamlet ha enriquecido a los reclutas, son un buen ejemplo.
El film apunta otras sugerentes ideas. De un sargento, Bill aprenderá a amar su trabajo, a no tomarlo como una mera obligación. El otro, a su vez, sabrá que sus hombres necesitan algo más que una preparación para el combate. Se critica además el sistema educativo norteamericano, y sorprende -¡vaya atrevimiento!, ¿qué va a decir Oliver Stone?- que se alabe un comportamiento heroico concreto en la guerra de Vietnam.
José María Aresté