Miguel es un arquitecto paisajista que viaja a Bélgica con su novia Marta para participar en un congreso. Pero tanto su relación como su trabajo no son lo que parecen, por lo que decide alargar su estancia en el extranjero para replantearse su vida.
Gracias a David Trueba, David Verdaguer interpretó al personaje de Eugenio en la excelente Saben aquell, título por el que logró, entre otros, su segundo Goya. En esta ocasión, él es lo mejor de una película que abre demasiadas posibilidades dramáticas sin llegar a profundizar en ninguna de ellas. El director y guionista madrileño vuelve a las inercias ideológicas de títulos anteriores como La buena vida, Obra maestra o Madrid 1987, con un guion que recuerda mucho a la trivialidad del cine francés más ligero y narcisista, y a las películas menos perdurables de Woody Allen.
A pesar de tener algunos giros divertidos en los diálogos y detalles brillantes en la interpretación de David Verdaguer (sensacional en su baile de uno de los clásicos de Franco Battiato), esta crisis de madurez no logra la sugerencia y apertura de películas españolas como Una vida no tan simple, La casa o Sorda.