Sólo los tontos se enamoran

TÍTULO ORIGINAL Fools Rush In

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: Andy Tennant. Guión: Katherine Reback. Intérpretes: Matthew Perry, Salma Hayek, Jon Tenney, Carlos Gómez, Tomás Milian, John Bennet Perry. 106 min. Jóvenes-adultos.

Alex, un ejecutivo neoyorquino soltero, dirige las obras de construcción de una sala de fiestas de Las Vegas. Una noche tiene una aventura con Isabel, que espera sea fugaz. No es así, pues ella queda embarazada. Aunque ninguno piensa en el matrimonio, Alex está dispuesto a ayudar en lo que haga falta. Mientras llega el inevitable y progresivo enamoramiento, Isabel pide a Alex que le acompañe a conocer a sus padres, para que, llegado el momento de decirles que va a ser madre, les sea más fácil aceptar la noticia.

Andy Tennant debutó en el largometraje con Dos por el precio de una, una grata comedia sobre dos niñas idénticas pero de distinta condición social. Ahora reincide en el género, en su vertiente más romántica. El director, que se basa en un guión de Katherine Reback, subraya con acierto el contraste entre ambos protagonistas y sus entornos culturales. Él, anglosajón y calculador, mantiene un relación algo tirante con sus padres. Ella, en cambio, es impulsiva y apasionada, y su familia, de origen mejicano, le arropa de modo decisivo. Es precisamente el atractivo de ese ambiente familiar el detonante que hace replantear a Alex su relación con Isabel.

Andy Tennant demuestra habilidad al manejar los recursos de comedia que ofrece la historia. Las diferencias culturales ofrecen momentos muy divertidos, sobre todo cuando cada uno conoce a la familia del otro; y, a la vez, el director ha sabido no abusar de lugares comunes al retratar la mentalidad hispana. Por otra parte, la trama romántica funciona como un perfecto mecanismo de relojería. La relación de Alex e Isabel -bien interpretados por Matthew Perry y Salma Hayek- es creíble, existe entre ellos la necesaria química, y los acercamientos y alejamientos están bien dosificados. Una atmósfera romántica, rota sólo por algún pasaje más grosero, impregna el film de arriba abajo, hasta llegar al espléndida clímax final junto a la presa. Una fotografía de colores muy cuidados, firmada por Robbie Greenberg, y una hermosa partitura de Alan Silvestri, sostienen firmemente la citada atmósfera.

José María Aresté

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