Detrás de una serie de muertes violentas de humanos y robots se esconde una misteriosa conexión. O al menos eso piensa Geischt, veterano detective de la Europol, que investiga a algunos de los robots más evolucionados en busca de la resolución de estos crímenes.
Hace unos meses, Netflix estrenó Monster, una serie japonesa de animación basada en un manga de Naoki Urasawa. No era ni mucho menos el primer intento de esta plataforma por adquirir títulos de prestigio para ganarse al público otaku (que así se llaman los fans de la cultura del manga y del anime), pero sí era una adquisición diferente. Monster era una ficción de 2004 considerada un título de culto que acertaba en su recuperación del estilo del cine negro en un thriller que llegó a 74 capítulos de 20-25 minutos. Pluto tiene un formato muy distinto, con pocos capítulos pero de una duración de una hora cada uno. Las dos series comparten el autor del manga original en el que se basa la historia, Naoki Urasawa, y adoptan un estilo más universal que bebe de referencias del cine norteamericano.
En Pluto hay conexiones con títulos tan esenciales de la mejor ciencia ficción como Blade Runner, Ex machina o Inteligencia artificial. La imaginería visual es maravillosamente metafórica, con un discurso metafísico que se desarrolla con la sencillez y el entrañable humanismo de la animación japonesa de Miyazaki o Takahata. La trama es compleja pero clara, con un desarrollo de personajes ejemplar que consigue que la serie mueva al espectador tanto a la reflexión como a la emoción. Una agradable sorpresa de Netflix para terminar un año que empezó con demasiadas dudas para la plataforma.
