El cadáver mutilado de una joven conmociona a la ciudad de Valladolid. Al frente del equipo de investigación criminal está Ramiro Sancho, un joven policía a punto de ser trasladado a Madrid. Una serie de crímenes demuestran que el autor es un asesino en serie, de personalidad narcisista y meticulosa, que muy pronto pone en jaque a sus perseguidores, y muy en especial a Sancho.
Amazon produce la adaptación de la ópera prima de César Pérez Gellida, autor vallisoletano especializado en novela negra y que también ha participado en la escritura del guion, junto con Luis Arranz y el productor Ibon Celaya, conocidos por otros productos televisivos como El Cid (2020) o la también detectivesca serie Brigada Costa del Sol (2019). Con Memento Mori se oscurece el tono. La expectación que rodeaba a la serie, rodada en la ciudad de Valladolid, se ha visto algo frustrada por la previsibilidad del guion, unas actuaciones algo acartonadas y sobre todo por lo poco que se ha explotado el monumental escenario urbano de la capital castellana. Aun así, en las últimas semanas se ha convertido en la serie más vista en España.
La historia relata de manera simultánea los avances del equipo policial y los del asesino, Augusto. Un criminal tan sofisticado como cruel. El guion está repleto de juegos y giros argumentales, pistas literarias, paralelismos vitales entre Augusto y el inspector Sancho, identidades secretas y personajes que no son lo que parecen. Recursos muy clásicos que se amontonan en un thriller algo barroco en su planteamiento y muy burdo en sus formas.
Muchas de las escenas descansan en la interpretación de los actores. Yon González encarna al escurridizo Augusto, un personaje delirante que da al actor planos muy jugosos en los que, sin embargo, chirría un poco su sobreactuación y termina por ofrecer una interpretación muy previsible y algo postiza. Eso sí, su característica atonía se convierte aquí en un rasgo que acentúa la sangre fría del personaje. Tampoco Francisco Ortiz, en el papel del inspector Sancho, ni el popular Juan Echanove, como el psicólogo criminalista “Carapocha”, están muy convincentes.
En apenas 6 episodios, la serie precipita acontecimientos a través de escenas bastante sórdidas y muy explícitas, donde carne, sangre y locura son los principales ganchos argumentales y visuales. Sin olvidar la previsible dosis de romance y una relación algo más que tóxica. Aunque se intenta dotar a la serie de atmósferas cuidadas y tenebrosas (la visita al monasterio, los escenarios de los crímenes o los paisajes nocturnos), lo que acaba predominando son las prácticas macabras del asesino. El resultado es un producto bastante mediocre y que además, para que se entienda la historia, necesita de una segunda temporada.