John Crowley es un joven ejecutivo de éxito, casado y con tres hijos pequeños, dos de los cuales padecen la enfermedad de Pompe, una extraña afección degenerativa de los músculos, sin cura conocida, que limita la esperanza de vida a nueve o diez años. Tras el octavo cumpleaños de su hija mayor, John y su esposa deciden que él deje su trabajo para fundar una empresa de biotecnología que impulse las investigaciones del Dr. Robert Stonehill, un hosco y solitario profesor universitario, que propone una terapia singular para la enfermedad de Pompe.

Basada en hechos reales, Medidas extraordinarias se parece bastante a El aceite de la vida, de George Miller, aunque nunca llega a su calidad fílmica ni a su intensidad dramática. Aquí también se exalta el cariño familiar frente a la fría maquinaria de la sanidad pública y la industria farmacéutica, movidas a veces por turbios intereses políticos o comerciales. Sin embargo, este enfoque sugerente se articula en un guión demasiado lineal y esquemático, que evidencia con frecuencia su destino eminentemente televisivo.

Lo anterior provoca cierta irregularidad en el reparto; y así como Harrison Ford se muestra muy sólido en su irritada caracterización, Brendan Fraser no atempera del todo su tendencia al histrionismo, que tan buenos resultados le ha dado en la comedia. De todas formas, queda una película ágil y emotiva que, frente al intervencionismo estatal y el desprecio a la vida, exalta la primacía de la iniciativa familiar y de la dignidad intrínseca de cualquier enfermo.

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