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Un título muy esperado… que tiene un par de problemas importantes. El primero y fundamental es que no funciona como película, el segundo es que su poca base histórica, religiosa e incluso filosófica tampoco ayudan a que el conjunto se perciba como una obra notable… Lo suyo es un aprobado muy, muy raspado.

Antes de entrar en otras disquisiciones, conviene recordar quién era María Magdalena, una de las seguidoras de Jesús de Nazaret. Los Evangelios canónicos cuentan que estaba en el momento de la crucifixión de Jesucristo y fue la primera persona que lo vio después de la Resurrección. Por eso en la Iglesia católica siempre se ha venerado su memoria, y el año pasado el Papa Francisco instituyó la fiesta de María Magdalena otorgando a esta celebración el mismo rango que las de los demás apóstoles.

Hasta aquí, la historia. Ahora, un poco de ficción. Desde los primeros tiempos del cristianismo, algunos creyentes identificaron a María Magdalena con otras Marías del Evangelio y de ahí surge la idea de que podía haber tenido un pasado oscuro (podría haber sido la mujer adúltera, la endemoniada, una prostituta, la mujer que Jesús alabó porque amaba mucho después de que se le hubiera perdonado mucho, etc.). Como el pasado nunca ha sido problema para una religión –la católica– que cree en la misericordia, la gracia y la conversión, esto no impedía que María Magdalena se siguiera considerando como ejemplo para todos los creyentes.

Más ficción. En el siglo II se escribió un evangelio apócrifo llamado “De María Magdalena”. Es un texto gnóstico, muy oscuro y complejo –a pesar de su brevedad, apenas mil palabras– en el que, después de una reflexión sobre las vías para que el alma llegue al conocimiento, se afirma que la revelación de Jesús le fue dada a María Magdalena. Después de esta frase, los Apóstoles discuten porque a unos, esta doctrina les parece verdadera (a Mateo, por ejemplo) y a otros, falsa (a Pedro y a Andrés). Este relato –al que hay que dar el valor que tienen los apócrifos y que sería muy largo detallar en unas líneas– acaba aquí, pero estas pocas líneas, unidas a las de algunos otros apócrifos, han estimulado la imaginación de muchos, convirtiéndose en fuente de una gran cantidad de best sellers y películas románticas o supuestamente transgresoras. De aquí, por ejemplo, nace la María Magdalena casada con Jesús de Dan Brown y de otros autores.

Una película naif

A Garth Davis (Lion) hay que agradecerle que no tire por la vía más fácil y, aunque el cineasta británico reconoce que se ha basado en el Evangelio apócrifo, no desarrolla la trama sentimental y simplemente ahonda en la idea de que María Magdalena fue la apóstol preferida por Jesús porque era la única que le entendía y que fue después marginada por culpa de Pedro y la Iglesia.

Pero que nadie piense que esta tesis se defiende de forma combativa o desagradable para el creyente. Todo en la película de Davis es naif. También su propuesta narrativa y visual. Estamos ante una cinta de larguísimos silencios y eternas miradas. De hecho, lo más claro de la película son los créditos finales. Sin esa explicación entenderíamos muy poco de lo que Davis quiere contar. Pero esto ocurre en mucho cine de autor, y este pretende serlo.

Hay eternos parlamentos sobre el Reino y se ve la disparidad de criterios de los apóstoles. Hay mucha presencia de Judas, porque también se toman bastantes elementos del apócrifo de Judas, otro de los textos gnósticos por excelencia. Hay algunos capítulos con base histórica y un poco más de acción –la expulsión de los mercaderes o la propia crucifixión–, pero el resto se construye a partir de implícitos tan deslavazados que quien no conozca a fondo el Evangelio no va a saber colocar ni una ficha, y el que lo conozca se verá obligado a “rellenar” excesivos huecos con la riqueza de unos hechos que sí están contados. Eso, siempre que el espectador consiga superar el tono plúmbeo que envuelve la película y la irritación que puede provocar ver a dos inmensos actores – Joaquin Phoenix y Rooney Mara– absolutamente desaprovechados por un guion que, en vez de personajes, ha escrito símbolos e ideas. El comportamiento errático de Jesucristo –que va de la furia al zen sin solución de continuidad– es especialmente doloroso.

En cuanto al fondo, Davis es honesto. Reconoce que no es creyente pero que no quiere enfadar a ninguno. Por eso, la conclusión final, muy gnóstica, es un cristianismo –paradójicamente– sin mucha necesidad de fe en Cristo.

Simplificando el mensaje que sí aparece en el Evangelio, se acentúa la idea de que el Reino famoso del que se lleva hablando toda la película estaba ya dentro de nosotros y que lo que tenemos que hacer no es ni creer, ni convertirnos, ni nada de eso. Solo sacar nuestra bondad de dentro y hacer bueno el mundo. Magnífica enseñanza pero que quizás a más de uno se le quede un poco corta para una supuesta película religiosa. Entre otras cosas, porque lo de “sed buenos” también lo decía ET, y la película de Spielberg era tremendamente entretenida.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

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