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Mansfield Park

Directora y guionista: Patricia Rozema. Intérpretes: Frances O'Connor, Embetz Davidtz, Johnny Lee Miller, Alessandro Nivola, Harold Pinter, Sheila Gish, Lindsay Duncan. 110 min. Jóvenes.

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Da la sensación de que hay avidez de temas y argumentos, y de que falta inventiva. El hecho es que, en pocos años, el cine ha entrado a saco en la obra de Jane Austen (Sentido y sensibilidad, Emma, Persuasión) como si no hubiera otro sitio en que mirar para hablar de la realidad. La canadiense Patricia Rozema (He oído cantar a las sirenas, La habitación blanca, Cuando cae la noche) ha entrado en Jane Austen, dice que por encargo; pero ha entrado con preparación, creatividad e ideas.

Parece que Mansfield Park es la novela de Austen mejor valorada por los críticos y estudiosos, y quizá la más leída. También yo la leí, y me pareció exasperante, como esos larguísimos y urgentes monólogos en los que, sin solución de continuidad, te cuentan de todo -alto, bajo, decisivo, fútil…- en permanente tono recitativo inalterado. Es un subjetivismo el de la Austen que no permite al lector ver más realidad que la que ella ve. Todo lo que sucede es visto con las gafas de un noviazgo y un matrimonio convenientes o no convenientes. Un ejemplo significativo es su librito de historia: si no tuviéramos otras muchas fuentes históricas, su librito nos llevaría a pensar que los reyes y reinas de que nos habla son tontitos.

Rozema, también autora del guión, ha manipulado con maestría el mundo real de Jane Austen; usa otras fuentes, se ha puesto otras gafas. Parecería que un milagro sostiene las ricas mansiones inglesas de finales del XVIII, sus siempre verdes céspedes y sus espléndidas rosas, sus grandes mesas cubiertas con espléndidos manteles, candelabros de plata y suculentos y variados manjares… Pero no es un milagro, sino el rentable negocio de la trata de esclavos. Sí, la Austen lo dice en su novela, pero con el mismo tono y dramatismo con que cuenta que se quemaron las natillas y que perdió un botón de su blusa, el de arriba.

También la figura de la protagonista, Fanny Price (o sea, la misma Jane Austen), está manipulada con cariño y buen hacer por Rozema: enriquece la persona con datos de las cartas privadas de la escritora, sucesos de su vida real, rasgos tomados aquí y allá de otras novelas. Fanny Price queda en manos de Rozema como la campeona del feminismo; mejor dicho, porque es campeona como mujer no es siquiera feminista, sino perfecta.

¿Por qué atrae tanto la literatura de la Austen a mujeres guionistas y directoras? Porque en su inmenso cajón de sastre literario hay -para quien sepa mirarlo con amor- sensibilidad, crítica social, una cierta superioridad sobre lo masculino… Es decir, esto: Fanny Price es una pobre cenicienta, acogida en una casa rica. Verse y amarse fue todo uno con el hijo joven de la casa; pero Fanny es de otra clase social… Sin embargo, Fanny lee mucho y escribe, es más culta, más inteligente…, superior a las otras mujeres con las que se casan los ricos y nobles jóvenes… Sin embargo, es una cenicienta: recordemos el brillante final de la sufrida sirvienta de sus hermanastras… Atrae tanto -esta es la mejor respuesta- porque Jane Austen mira y ve todo a través del prisma del amor.

Rozema cuenta esta historia de manera rotunda, es decir, sin puntillas y recamados, sin cotilleos asfixiantes, sin languideces de luna pálida. Rotunda, su cámara enfoca cuerpos sólidos, masas, colores fuertes; su cámara y el montaje hacen que la acción se mueva de modo sereno y recio. Así, esta crónica de la vida de Fanny Price, que podía haber sido un reportaje de revista de corazón, se convierte en una interesante película.

Pedro Antonio Urbina

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