Hace ocho años la catalana Elena Trapé presentó en el marco del Festival de San Sebastián su ópera prima: Blog. A pesar de la irregularidad propia de una primera película, Blog era una certera radiografía generacional, la de un grupo de quinceañeras deseosas de vivir emociones fuertes.
En Las distancias, película ganadora del Festival de Málaga 2018, Trapé vuelve a demostrar su ojo para captar las señas de identidad que definen a una generación, en este caso, un grupo de treintañeros que viajan a Berlín para dar una sorpresa a un amigo que trabaja en la ciudad alemana. Jóvenes, activos, libres, preparados y sólidamente unidos… al menos en apariencia. Porque unas pocas horas de convivencia en un país extranjero y una serie de acontecimientos sacarán a flote problemas y contradicciones con que no contaban.
Las distancias habla de la amistad, o mejor dicho de las dificultades que encuentra una generación –la de los treinta y tantos– para establecer lazos duraderos. Una generación que podría tener todo… y, con frecuencia, no tiene lo fundamental por falta de estabilidad profesional y sentimental. Con estos dos pilares básicos en equilibrio inestable, es fácil que afloren el egoísmo, el afán de seguridad y el miedo al compromiso.
Trapé aborda todas estas cuestiones con una película construida a base de anécdotas muy pequeñas y elocuentes y silencios muy largos… y también muy elocuentes. Al espectador acostumbrado a tramas lineales quizás le cueste entrar en una narrativa que le puede resultar algo confusa y poco cerrada. La película sugiere, no subraya. Susurra, no grita. Es parte del mérito de una cinta que, por su tono y su voz, puede resultar evanescente y que, sin embargo, en su propuesta, en su crítica e incluso en su oculta moraleja, es decididamente contundente.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta