Zsa-zsa Korda es un magnate europeo absolutamente narcisista y que, acosado por delitos financieros y amenazado de muerte, quiere dar un paso atrás. Para ello, Korda decide nombrar como heredera a su hija Liesl, una joven novicia que está convencida de que Korda mató a su madre.
Vaya por delante que me fascina el universo visual de Wes Anderson. Disfruto con sus escenarios oníricos, con su fantasía de formas imposibles, con su indescriptible paleta de colores. Igual que disfruto con los repartos multi-star que Anderson consigue aglutinar en sus películas.
Pues bien, ni los escenarios, ni los colores, ni Benicio del Toro, Scarlett Johansson, Bill Murray, ni siquiera Riz Ahmed consiguió evitar que los 101 minutos de metraje se me hicieran eternos. A esta trama fenicia le falta historia. Y sin historia, que es lo mismo que decir sin guion, sin verdadero conflicto y desarrollo de los personajes, la película –te pongas como te pongas– se cae. Ni interesa el supuesto conflicto económico, ni emociona la relación paterno-filial, ni siquiera llega a molestar o interrogar el pastiche religioso. Es un edificio hueco. Pura fachada.
Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta