La librería

La cineasta Isabel Coixet ha hablado con frecuencia de su amor por la literatura, y esta película –que adapta un premio Booker de Penelope Fitzgerald– parece ser su homenaje a las personas que, como ella, conectan íntimamente con el universo literario. La protagoniza una viuda joven que decide abrir una librería en una pequeña localidad inglesa sin contar con que su pacífico proyecto entorpece los planes de la persona más influyente del vecindario.

La librería es una película amable, con una bonita puesta en escena y unos grandes actores que la sacan adelante: Emily Mortimer, Patricia Clarkson y Bill Nighy. El guion está salpicado de pequeños ganchos para lectores, ese tipo de cuestiones que cualquier amante de la literatura ha experimentado: la necesidad de encontrarse a gusto en la librería de referencia, la fascinación que produce un hallazgo literario, el placer de tener paladar lector, de amar a Ray Bradbury y detestar a las hermanas Brontë.

Sin embargo, Coixet desaprovecha tontamente algunas ocasiones en las que deja al espectador con la miel en los labios: ha creado el momento para que ocurra algo que finalmente no ocurre y, simplemente, se desvanece. A la trama le falta clímax y le sobra metraje. En realidad, la película de Coixet está mucho más cercana a ser un Brontë que un Bradbury.

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