El reputado guionista David Simon regresa con otra exploración crítica sobre los aspectos más oscuros de su país. Ya en The Deuce indagaba en la legalización de la pornografía en Nueva York; en Show Me a Hero se aproximaba a las familias más desfavorecidas y a una cuestionable promoción inmobiliaria, y en Treme analizaba las devastadoras consecuencias del paso del huracán Katrina por el estado de Luisiana.
En La ciudad es nuestra vuelve a tratar la corrupción policial en Baltimore, donde ejerció como periodista durante trece años en The Baltimore Sun, y que ya retrató en la genial The Wire, que le lanzó a la fama. La dirección la firma con solvencia Reinaldo Marcus Green (El método Williams).
Esta serie de 6 capítulos, basada en el libro homónimo de Justin Fenton, afronta la situación social tras el homicidio involuntario de Freddie Gray en 2015. Desarrolla la investigación y condena de la brigada comandada por Wayne Jenkins, líder en arrestos e incautación de armas y drogas, pero de dudosos métodos. El guion tiene la capacidad de ir plasmando historias, cronológicamente desordenadas, a través de múltiples flashbacks. Está bien ejecutado y, aunque a veces el espectador pueda perder el hilo, tiene la evidente intención –conseguida con creces– de apabullar ante la cantidad de hechos delictivos y de bajeza moral.
El guion es inteligente, políticamente marcado por un profundo pesimismo, marca de la casa del autor, que muestra una situación endémica y de difícil solución. Por un lado, la división de Derechos Civiles se ve limitada por el ejecutivo de Trump para poder tomar medidas de calado. Por otro, la condena de los policías corruptos conlleva la inacción de las fuerzas de seguridad ante el miedo a la opinión pública, algo que incrementa la criminalidad y las diferencias sociales. A su vez, la corrupción se plasma en otras esferas, como la política, para armar un retrato social muy crítico y profundo.
Merece especial mención la actuación de Jon Bernthal (The Walking Dead, Baby Driver), el eterno secundario que borda el papel protagonista y que logra vibrantes intercambios interpretativos con el resto del reparto, que aprovecha el medido desarrollo dramático de cada uno de los personajes.
La serie se abre y cierra con mucho talento, a pesar de algunos capítulos intermedios que pueden resultar confusos. Simon no deja títere con cabeza y el espectador no puede quedar indiferente ante un retrato tan complejo y actual.