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Después de la seca y conmovedora –que se puede ser las dos cosas a la vez– Profesor Lazhar, Philippe Falardeau dirige un melodrama mucho más convencional sobre un grupo de sudaneses que cuando eran niños fueron internados en un campo de refugiados y al cabo de trece años son acogidos en Estados Unidos.

Que sea convencional no siempre quiere decir que sea malo. Basada en hechos reales, la historia que nos relata Falardeau es dolorosa, emotiva y bonita a partes iguales. Un drama donde, en medio de la desgracia y el horror de la guerra, lucen la generosidad, el amor a la familia, la religiosidad sincera e incluso el heroísmo.

Este fondo tan rico, unido a la no disimulada intención de dar a conocer al espectador occidental la dureza a la que se enfrenta medio mundo, hace que se puedan pasar por alto algunos defectos de la cinta, que también los tiene. Son cierta parsimonia a la hora de hacer que la narración avance y un personaje –el que interpreta Reese Witherspoon– excesivamente previsible.

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