Kitchen Stories

Director: Bent Hamer. Guión: Bent Hamer y Jörgen Bergmark. Intérpretes: Joachim Calmeyer, Tomas Norström, Reine Brynolfsson, Bjørn Floberg, Sverre Anker Ousdal. 95 min. Jóvenes.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Un grupo de científicos suecos investigaron en 1950 los movimientos de las amas de casa en la cocina; el objetivo era descubrir nuevas distribuciones y electrodomésticos que ahorraran desplazamientos y trabajo; en definitiva, inventar la cocina del futuro. A partir de este hecho real, el realizador noruego de 49 años Bent Hamer introduce en «Kitchen Stories» la ficción de un nuevo estudio: en este caso, se trata de enviar a un grupo de observadores a una aldea de Noruega para examinar el comportamiento de los hombres solteros en sus cocinas. Las reglas del experimento deben seguirse a rajatabla: los observadores vigilarán a sus voluntarias «víctimas» desde una silla alta, anotarán hasta el más mínimo movimiento y no entablarán con él ningún tipo de relación. Esta última condición no supone un problema para Isak, un maduro y endurecido soltero, que se inscribe por error en el proyecto y está firmemente decidido a que Folke, su observador, fracase.

Hamer parte de una simple anécdota para montar una pequeña joya de cine muy humano: emotivo, profundo y divertido, muy divertido.

Sin grandes alardes y con una estética y un ritmo narrativo que recuerdan mucho a «Un hombre sin pasado» de Aki Kaurismäki, va mostrando la evolución de dos hombres solitarios, con unas vidas aparentemente grises y que, sin embargo, se descubren llenas de matices cuando comienzan a relacionarse.

Una de las mayores riquezas del filme es que permite una multitud de lecturas; es una abierta crítica al positivismo y al conductismo, muy presentes a mediados del siglo pasado, pero fácilmente reconocibles en otras realidades más cercanas en el tiempo como el auge de los «reality shows»; es un conmovedor retrato de la amistad, en este caso masculina; es una irónica mirada sobre las diferencias entre dos países nórdicos -Suecia y Noruega- y es, sobre todo, un elogio a la comunicación, entendida como el verdadero y único modo de involucrarse en la vida de los demás. A Isak y a Folke la vida les cambia cuando -salvando las dificultades del protocolo de investigación- empiezan a preocuparse no por lo que el otro hace sino por lo que el otro piensa y siente, por lo que el otro es.

Escasos pero brillantes diálogos, magistrales interpretaciones, acertada música, tan discreta como oportuna, y un fino e inteligente sentido del humor llenan esta cálida película nórdica.

Ana Sánchez de la Nieta

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