Hermanos Oligor

Guión: Joan López Lloret, Amanda Baqué. Fotografía: Joan López Lloret. Montaje: Cristina Gironès. Documental. 85 min. Jóvenes-adultos.

DIRECCIÓN

GÉNEROS

En el mundo de las artes escénicas el nombre de Hermanos Oligor no es desconocido. Se trata de dos jóvenes artistas que han montado de una manera original un curioso espectáculo, llamado Las tribulaciones de Virginia, lleno de encanto y belleza.

Jomi, el más joven de los hermanos, cuenta con sencillez la historia de su enamoramiento y cómo éste acabó mal. Ilustra su narración con todos los artilugios que hay en su sótano, diseñados y construidos por él y su hermano Senen. La narración, por su ambiente, entorno y títeres tiene en el espectador un efecto seductor y catártico (es reveladora la segunda acepción de “catarsis” en el diccionario de la Real Academia Española: “Efecto que causa la tragedia en el espectador al suscitar y purificar la compasión, el temor u horror y otras emociones”).

Joan López Lloret, documentalista, se dio cuenta de que la historia ofrecía muchas posibilidades para una película, y las ha aprovechado bastante bien. La aventura de los hermanos es tan singular como la de su heroína: antes de terminar los estudios de Bellas Artes, Jomi y Senen tuvieron una idea peregrina, y sin dudarlo -y sin dinero- alquilaron un sótano de diez metros cuadrados, y ahí pasaron más de tres años dibujando, escribiendo y construyendo un pequeño mundo de fantasía mecánica, a base de material reciclado, para un espectáculo único, que Jomi representaba de vez en cuando, a algún grupo de amigos, para los que construyeron un mini-graderío. Con el paso del tiempo, ese espectáculo salió del sótano y pudo pasearse por grandes ciudades, en España, Francia y Alemania. El espectáculo mantiene el aire íntimo y transmite las mismas emociones en todas partes.

Los hermanos Oligor pusieron a disposición de López Lloret abundante material gráfico que ellos mismos rodaron con pequeñas cámaras domésticas, a las que él ha añadido las entrevistas a colaboradores, vecinos, familiares y a los propios artistas, además de acompañarles por Francia y Alemania.

La película empieza con la tosca fabricación de cada artefacto, sin saber qué función tiene en el montaje final, todo con mucho ingenio y pocos medios; y termina fascinando al espectador con la narración de la obra, en la que muestra un redescubrimiento de la infancia del arte escénico: un simple narrador contando una historia ilustrada por sus muñecos. El resultado final es un sentido homenaje al arte escénico puro y al tesón de unos artistas que, como un niño o un loco -tienen mucho de ambos-, se entregan a la creación.

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