En comparación con otras series distópicas de distintas plataformas, Fallout, basada en un videojuego, posee una particularidad: es una distopía pero también una ucronía (historia alternativa). El punto de partida de Fallout es un ataque nuclear en Estados Unidos durante la Guerra Fría.
Jonathan Nolan, hermano de Christopher y colaborador en algunas de sus películas, es productor y director de algunos capítulos de Fallout, aunque también es conocido por ser el responsable de la serie de ciencia ficción West World (2016-2022). Las similitudes entre estas dos producciones son numerosas, aunque en esta ocasión se han incluido algunos ingredientes de comedia negra y se ha rebajado la carga sexual de la historia, a pesar de tener algún giro demasiado perverso. Lo que sí se ha mantenido, e incluso incrementado, es la violencia desatada, con escenas cercanas al gore, y varias críticas sociales subliminales.
La serie tiene un diseño de producción cuidado al detalle, con un notable presupuesto que permite la recreación de diferentes épocas y modos de supervivencia en el planeta. Por otro lado, la selección de canciones emblemáticas de los años 50 es muy acertada en el proceso de inmersión de una historia con giros ingeniosos y trepidantes, pero que también apuesta por la nostalgia y la pausa para dejar que los personajes tengan un cierto desarrollo dramático.
La joven británica Elsa Purnell, conocida por trabajar en sus inicios en producciones españolas como Intruders o Vivir para siempre, aporta a la historia una calidez y humanidad que podría haberse perdido con tanta tecnología y destrucción. La búsqueda de su padre (interpretado por el inmortal Kyle MacLachlan) es un motor narrativo que unifica la historia y le da una mayor entidad dramática.
