Patricio es un inmigrante africano que vive en Sevilla. Como pago a un favor, recibe un estupendo traje. Casi parece mágico: ponérselo y ser tratado con respeto resulta una experiencia novedosa. Esto no impide que deba abandonar precipitadamente su hogar tras un registro policial. En un albergue conoce a Pan con Queso, un pícaro con el que inicia una singular asociación.
Aunque el guión lo firman Alberto Rodríguez y Santiago Amodeo -los directores de la simpática El factor Pilgrim-, solo el primero asume la dirección de esta historia en que ambos protagonistas ganarán de la relación con el otro. El contraste entre la seria ingenuidad de Patricio, y la simpática picardía de Pan con Queso recuerdan a El sudor de los ruiseñores, de Juan Manuel Cotelo, mientras que la inventiva a la hora de ganar dinero retrotrae a Nueve reinas, de Fabián Beliensky, y a Luna de papel, de Peter Bodganovich. Valgan las referencias para subrayar el andamiaje de un film de trama clásica, donde lo importante son los personajes y sus relaciones.
El conjunto resulta amable aunque algo irregular y escaso de garra. De todos modos, ofrece reflexiones atinadas acerca de las apariencias, que no raramente engañan, o de los inevitables dilemas morales que la vida suele traer consigo. A señalar el papel coprotagonista de un acertado Manuel Morón.
José María Aresté
