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El tercer milagro

TÍTULO ORIGINAL The Third Miracle

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Directora: Agnieszka Holland. Guión: John Romano y Richard Vetere. Intérpretes: Ed Harris, Anne Heche, Armin Mueller-Stahl, Ken James, Barbara Sukowa. 118 min. Jóvenes-adultos.

La religión, o algunos fenómenos espectaculares relacionados con ella -milagros, estigmas, posesiones diabólicas, etc.-, está de moda en el cine: El fin de los días, Stigmata, Dogma… La cineasta polaca Agnieszka Holland (Washington Square, Europa, Europa, El jardín secreto) se apunta a esta moda en El tercer milagro; pero, a diferencia de las películas mencionadas, parte de una historia interesante, apoyada sobre todo en la sólida interpretación de Ed Harris y en la coherencia del guión.

Frank Shore (Ed Harris), sacerdote católico experto en desenmascarar fraudes y abusos de la credulidad popular, debe investigar un posible milagro -una imagen de la Virgen que llora sangre- y examinar la santidad de Helen O’Regan, piadosa mujer fallecida en Chicago. El padre Shore recibe este encargo en un momento de profunda crisis de fe, sobre la que planea además un sentimiento de culpa, pues cada vez que ha descubierto una superchería ha debilitado la fe simple de gentes sencillas. A causa de estas dudas, no quiere defraudar a nadie. Durante el proceso conocerá a Roxanne (Anne Heche), amargada y escéptica hija de Helen O’Regan, por quien se sentirá atraído; conocerá también a una joven que habría sido milagrosamente curada gracias a la intercesión de Helen, y que posteriormente ha seguido un mal camino, y finalmente tendrá que defender los milagros y la causa de santidad ante un duro arzobispo venido de Europa.

Desde las impactantes imágenes iniciales, ambientadas en la II Guerra Mundial, Agnieszka Holland plantea la película con todas las características de un thriller: Frank Shore tendrá que acudir al lugar de autos, entrevistar a diversos testigos, averiguar la verdad y defenderla… Y, mientras tanto, algunos flash-back recrean sus experiencias pasadas y cómo le han afectado. La narrativa es acertada y la interpretación muy convincente.

Pero Holland se preocupa sobre todo de la reacción de sus personajes ante el hecho sobrenatural -que defiende abiertamente-, es decir, ante la fe, ante Dios y sus motivos. A causa del efectismo del guión incurre en algunas exageraciones: parte de la jerarquía está ligeramente ridiculizada, aunque no descalificada; el proceso canónico no resulta demasiado serio… En todo caso, sorprende gratamente su modo de resolver los conflictos, su defensa del misterio, su interés por la santidad en las circunstancias cotidianas y esa alegre exclamación final de que «Dios nunca desaprovecha milagros».

Fernando Gil-Delgado

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