El silencio tras el disparo

TÍTULO ORIGINAL The Legends of Rita

GÉNEROS

Director: Volker Schlöndorff. Guión: Wolfgang Kohlaase y Volker Schlöndorff. Intérpretes: Bibiana Beglau, Martin Wuttke, Nadja Uhl, Harald Schrott, Alexander Beyer. 101 min. Adultos.

Al sexagenario director alemán Volker Schlöndorff, ganador en 1979 de la Palma de Oro en Cannes y del Oscar a la mejor película en lengua no inglesa con El tambor de hojalata, se le nota su filiación ideológica marxista. En su última película, cuenta la vida de Rita, miembro de la organización terrorista Baader-Meinhof, cuyos atentados convulsionaron la República Federal Alemana en los años 70. La narración busca el análisis histórico, sirviéndose de una protagonista ficticia, Rita, vigorosamente interpretada por la debutante Bibiana Beglau. Tras mancharse las manos de sangre, y perseguida por la Policía, Rita recala en la Alemania Democrática, que le cobijará gracias a la connivencia de la Stasi -el servicio secreto- con el grupo terrorista.

En el Este soñado y protector, Rita, anónima obrera socialista, comprobará cómo muchos de los ya liberados del yugo capitalista gracias a la dictadura del proletariado están deseando pasarse al cochino mundo capitalista, renunciando así al paraíso socialista. La historia del desengaño de Rita está contada, a ratos, con vigor, y casi siempre con un halo de romanticismo nostálgico que acaba por resultar un tanto pueril, especialmente por el empeño en enamorar al espectador de la tal Rita, un dechado de virtudes, que hasta cuando mata parece una criatura angelical.

Hay momentos -demasiados- en que director y guionista empiezan a telegrafiar sus discursos políticos a través de los diálogos de los personajes, y entonces la película se empantana, se atasca en una morosidad plúmbea, muy a tono con los edificios desconchados y tristes del país que presumía de ortodoxia socialista. El arco temporal de la historia, que se extiende durante 20 años, hasta después de la caída del Muro de Berlín, resulta poco creíble. Se ha querido contar demasiado, y las frecuentes excursiones por la actividad sexual de la protagonista -sospechosas y risibles en un señor tan intelectual como Schlöndorff- no ayudan precisamente a centrar el argumento, ya de por sí disperso y arrítmico.

Alberto Fijo

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