El misterio del collar

Intérpretes: Hilary Shank, Jonathan Pryce, Simon Baker, Adiren Brody, Brian Cox, Joely Richardson, Christopher Walken.
117 min. Adultos.

TÍTULO ORIGINAL The Affair of the Necklace

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Tras optar al Oscar al mejor guión en 1980, por La recluta Benjamín, el norteamericnao Charles Shyer ha demostrado cierta solvencia tras la cámara en comedias populares como Tú a Londres y yo a California o las dos partes de El padre de la novia. Ahora, afronta un cambio radical de género en El misterio del collar, denso e irregular melodrama de época que recrea hechos históricos ya llevados al cine en varias ocasiones.

El guión se centra en el llamado escándalo del collar, que Napoleón siempre incluyó entre los principales detonantes de la Revolución Francesa. La trama se inicia en 1767, cuando tropas del rey Luis XVI asesinan al reformista conde de Valois y desposeen a su familia de títulos y tierras. Al año siguiente fallece su esposa, de modo que la hija de ambos, Jeanne de Valois, queda sola en el mundo, acogida por sus familiares. Casi veinte años después aparece en París, ya como esposa del mujeriego Conde de la Motte. Una vez allí, la aguerrida mujer urde su venganza contra la familia real, implicando en una compleja intriga palaciega a su marido, al gigoló Retaux de Villette -con el que la mujer vivió un apasionado romance-, al visionario conde de Cagliostro y al cruel y lujurioso cardenal de Rohan. Así, hasta que sea juzgada en 1876, la mujer articulará una serie de relaciones falsas, con un valiosísimo collar de diamantes como eje, en las que presenta como amantes al cardenal y a la extranjera reina María Antonieta. La ya agitada opinión pública no tardará en reaccionar.

La película ofrece una vistosa resolución visual, delimitada por una matizada fotografía, una excelente ambientación y un fluido desarrollo narrativo. Por su parte, los excelentes actores logran hacer verosímiles sus personajes e introducir así al espectador en sus peliagudos conflictos éticos. Sin embargo, estos conflictos están dibujados tramposamente, sobre todo el de la protagonista, cuya personalidad navega entre el arquetipo de heroína de los pobres y el de la típica mujer fatal, tan libertina, vengativa y frívola como el resto de impresentables que supuestamente llenaban la corte de Luis XVI. Esta indefinición se agrava además por culpa del duro físico de Hilary Swank, que a veces juega malas pasadas a su personaje, a pesar de los esfuerzos de la actriz por controlarlo. Por otra parte, la gran historia no está suficientemente sustentada por la pequeña historia, faltan datos, de modo que a ratos el tono épico resulta ampuloso. Sin embargo, lo más criticable son varias escenas sexuales demasiado hiperrealistas, de las que resulta un retrato excesivo del cardenal de Rohan, pues da una impresión terrible y parcial de la iglesia católica francesa, ni matizada ni completada por ningún otro personaje.

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