Es tan potente el momento actual del cine argentino que, como el mítico Rey Midas, convierte en oro todo lo que toca. Así lo demuestra El último tren, estupenda comedia social, coproducida por Argentina, España y Uruguay, y seleccionada por este país para competir por el Oscar. Por el momento, este segundo largometraje de Diego Arsuaga (Otario) ya ha ganado importantes premios en los festivales de Montreal y Valladolid.
El detonante de la acción es el anuncio público de la venta, a unos grandes estudios de Hollywood, de La 33, una histórica locomotora de vapor uruguaya. Al frente de la rentable operación está un joven y brillante empresario, con poderosos contactos políticos. Pero su iniciativa chocará con un obstáculo inesperado: tres ancianos y un niño, miembros de la Asociación de Amigos del Riel, roban la locomotora, colocan en ella una gran pancarta con el lema «El patrimonio no se vende» y emprenden una loca escapada por todo Uruguay. La policía y los medios de comunicación intentarán contactar con el tren, que marcha a toda máquina hacia no se sabe dónde.
La historia resulta muy entretenida y sanamente crítica con el capitalismo sin alma. Acierta Arsuaga al adoptar un tono chaplinesco, divertido, emotivo y ponderado, también al retratar a los malvados de la función. Esto da primacía al progresivo desvelamiento de la entrañable humanidad de los personajes, todos maravillosamente caracterizados por un reparto que reúne a varios de los mejores actores argentinos actuales. Queda así un delicioso alegato antimaterialista, completado con un sereno populismo y con certeras reflexiones sobre la vejez, la amistad y el amor conyugal.
Jerónimo José Martín
