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El laberinto rojo

TÍTULO ORIGINAL Red Corner

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: Jon Avnet. Guión: Robert King. Intérpretes: Richard Gere, Bai Ling, Bradley Whitford, Byron Mann. 103 min. Adultos.

Un abogado que trabaja para una gran empresa audiovisual estadounidense acude a Pekín para firmar con el Gobierno el primer proyecto de comunicación por cable. Tras pasar una noche con una joven, que acaba de conocer en un night-club, esta aparece muerta, y se le acusa del asesinato que no ha cometido. Abandonado por sus colegas de negocios y ante la pasividad de la embajada estadounidense, tiene que enfrentarse -contra reloj- al sistema judicial chino, que, de modo sumarísimo, le condena a muerte. La joven abogada de oficio que se encarga de su defensa le recomienda que se declare culpable, y confíe en la benevolencia del tribunal, para salvar su vida. Pero…

Un especial interés de esta película de acción y violencia, ocultas intrigas y tribunales y juicios, consiste en que el abogado norteamericano (individualista acérrimo y materialista a ultranza) y la abogada china (producto de la visión colectivista), aun partiendo de estos extremos equivocados, llegan juntos, al enfrentarse con valentía a la injusticia -que alcanza hasta las más altas esferas del Gobierno chino-, a una comprensión adecuada del valor y la dignidad de la persona.

Jon Avnet (Tomates verdes fritos, Intimo y personal) ha realizado una larga película apasionante, llena de suspense, sobre un bien trabajado guión de Robert King. Es sorprendente la riqueza de planos y encuadres, que dan variedad y auténtica movilidad y ritmo aun en las obligadas y reiteradas sesiones del juicio ante el tribunal. Todos los actores, chinos o norteamericanos, cumplen perfectamente en su interpretación contrastada de dos culturas tan diferentes. Sobre todo la joven Bai Ling está magnífica en su proceso de conversión hacia una que podría llamarse ley o derecho natural, y su decepción y rechazo del comunismo chino. Richard Gere no desentona.

En fin, una película interesante, entretenida y nada vulgar, salvo quizás en la sórdida y exhibicionista secuencia de arranque.

Pedro Antonio Urbina

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