El diario de Bridget Jones nació como una columna de la periodista Helen Fielding, que exponía con ácido humor las vivencias y contradicciones de una mujer treintañera que todavía no ha dado con su lugar en el mundo. El éxito condujo a un libro aún más exitoso; el salto a la pantalla era un paso cantado, que ha tenido igualmente una calurosa acogida.
El diario es la excusa para articular los pensamientos de Bridget Jones, joven por edad física, niña por su frecuente comportamiento pueril, y avejentada por la desilusión que a menudo le domina. Muy al estilo Ally McBeal. Muchos espectadores de su edad se verán reflejados en el personaje, bordado por Renée Zellweger. Superados por los altibajos emocionales, las ilusiones (a veces pura imaginación, sin visos de realidad) apenas les duran unos instantes. Sin una visión trascendente en la que anclar su vida, andan a la deriva, movidos por los volubles vaivenes de sus sentimientos.
Estamos ante un film hijo de su época. Frívolamente divertido, con buenos gags y un triángulo amoroso donde Bridget Jones encontrará finalmente a su príncipe azul. La debutante Sharon Maguire dirige con oficio, aunque la historia se estanca a veces y deja una sensación de burbuja sin nada sólido en su interior. Los apuntes sobre temas como el tonteo erótico en la oficina, o la incapacidad de expresar los propios sentimientos, apenas quedan esbozados. Cuánto han cambiado las cosas desde Marty (Delbert Mann, 1955), en la que un tímido carnicero salía en busca de su media naranja bajo la atenta mirada de una madre que, a pesar de sus manías, no acababa liada -como sí sucede aquí- con el hortera presentador de un programa de teletienda.
