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El camino más corto

TÍTULO ORIGINAL Zugvögel... einmal nach Inari

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director y guionista: Peter Lichtefeld. Intérpretes: Joachim Król, Outi Mäenpää, Peter Lohmeyer, Peter Francke, Oliver Marlo. 87 min. Jóvenes.

Despreciadas por infantiles por cierta intelectualidad postmoderna, la inocencia, la sencillez y la esperanza fueron las piedras de toque de grandes maestros del cine, como Chaplin, Keaton, Renoir, Capra o Ford. Últimamente, sus sendas son recorridas a menudo por los mejores cineastas chinos e iraníes, seducen a directores tan complejos como David Lynch -véase Una historia verdadera– y son el territorio habitual del finlandés Aki Kaurismäki, autor de obras maestras como Nubes pasajeras o Un hombre sin pasado. En 1998, Kaurismäki generó un brillante reflejo: El camino más corto, debut del geógrafo y documentalista alemán Peter Lichtefeld. Con esta genial rail-road movie, logró el aplauso de la crítica y anticipó el resurgir del cine alemán, confirmado después por el éxito de películas como Corre, Lola, corre, Deliciosa Martha o En un lugar de África.

Hannes Weber es un ingenuo y solitario repartidor de cerveza de Dortmund cuya gran ilusión es ganar el primer Concurso Internacional de Horarios de Trenes, que se va a celebrar en el perdido pueblo de Inari, el punto más extremo de Finlandia. Pero justo antes de partir, Hannes se enreda en un hecho lamentable, que le convierte en el principal sospechoso de un asesinato. Perseguido sin saberlo por un concienzudo comisario alemán, Hannes descubre durante su viaje en tren los complejos perfiles del amor y la amistad como camino hacia la auténtica felicidad.

Este cóctel de bondad, explosivo en su alegato contra el individualismo egoísta, se sostiene gracias al sugerente tono de cuento moral que le imprime Peter Lichtefeld. Ese tono llena la película de personajes entrañables, mimados por el guión -divertido y profundo a la vez- y maravillosamente interpretados por unos actores alemanes y finlandeses que convierten la economía gestual y hasta la estolidez en sus mejores armas para contagiar emociones reales. Esa sobriedad -sólo rota por un breve apunte homosexual sin un significado claro- caracteriza también a la minimalista puesta en escena, eficacísima en sus golpes visuales de humor y magistral en su aprovechamiento lírico y dramático de los bellos parajes finlandeses. Queda así una joyita del mejor cine europeo, de visión obligatoria para cualquier buen aficionado.

Jerónimo José Martín

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