El buen ladrón

TÍTULO ORIGINAL The Good Thief

DIRECCIÓN

GÉNEROS

Director: Neil Jordan. Guión: Neil Jordan. Intérpretes: Nick Nolte, Tcheky Karyo, Said Taghmoui, Nutsa Kukhianidze, Emir Kusturika. 110 min. Adultos.

El irlandés Neil Jordan pertenece a ese género de cineastas atormentados -como Martin Scorsese o Paul Schrader-, casi siempre interesantes en sus propuestas dramáticas, pero pasados de rosca por culpa de un descarnado hiperrealismo formal y de un angustioso pesimismo de fondo. En estas coordenadas se enmarcan películas de Jordan como Juego de lágrimas o El fin del romance, y se mueve también su último trabajo, El buen ladrón, reescritura libre de la modesta película francesa Bob the flambeur, dirigida en 1955 por Jean-Pierre Melville.

El guión gira en torno a Bob Montagnet, un entrañable ladrón estadounidense que malvive en un tugurio de Niza. Físicamente decrépito, enganchado a la heroína y policialmente quemado, Bob debe saldar varias deudas de juego que le han puesto al borde del hundimiento. Así que planea un último golpe para poder retirarse definitivamente. Elegirá como objetivo un casino de Montecarlo, con la caja fuerte repleta y las paredes plagadas de copias de cuadros famosos cuyos originales permanecen guardados en un palacio cercano al casino. Además de abandonar las drogas, el alcohol y el juego, Bob deberá motivar a su banda, dejar al margen a una joven inmigrante del Este que ha rescatado de las redes de la prostitución y engañar a los posibles traidores y a un veterano policía que le persigue desde hace años casi con admiración.

Aunque el guión no es muy original, Jordan desarrolla en él un atractivo arquetipo de ladrón simpático, a través del que profundiza en el valor de la amistad y la caridad. Este enfoque, no exento de referencias religiosas, eleva la entidad dramática de la convencional trama del robo a través de las vigorosas subtramas de la ambigua relación -entre sexual y paternal- de Bob con la chica perdida y de la entrañable amistad con el veterano policía. Así, entre golpes de humor -algunos a cargo del director-actor bosnio Emir Kusturica- e impactantes ramalazos trágicos, la película avanza firme hasta un desenlace sorprendentemente optimista, en el que el azar juega con los personajes. Es una pena que Jordan relate esta historia tan interesante de un modo obsceno, soez e hiperviolento, pues devalúa su reflexión, el vigor de su puesta en escena y las buenas interpretaciones de todos los actores.

Jerónimo José Martín

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