El amor menos pensado

TÍTULO ORIGINAL El Amor menos pensado

PRODUCCIÓN Argentina - 2018

DURACIÓN 136 min.

DIRECCIÓN

GÉNEROS,

PÚBLICOAdultos

CLASIFICACIÓNLenguaje soez, Sexo

ESTRENO30/11/2018

Marcos y Ana son un matrimonio maduro y bien avenido. Hay complicidad entre ellos, muchos años juntos y un hijo en común al que han sacado adelante no sin esfuerzo. Ahora toca despedir al hijo que viaja a España para terminar sus estudios. Pero lo que parecía una nueva luna de miel se convierte en una desgastante batalla campal. Los rifirrafes son continuos y la marcha del vástago pone sobre el tapete lo que hasta ahora no habían visto: hace tiempo que han dejado de estar enamorados y lo único que les une es la rutina. Así que, con la celeridad del que lo tiene claro, deciden separarse para encontrar el amor en otras esquinas. Y lo que ocurre es que el amor aparece donde menos se lo esperan.

La película de Juan Vera inauguró el Festival de San Sebastián después de una magnífica acogida en Argentina. Se entiende. La cinta arranca muy bien, planteando con tino y psicología –estos argentinos–, un conflicto muy frecuente: la crisis de madurez de una pareja.

A partir de ese momento, la historia se detiene en los sucesivos ligues y encuentros de los protagonistas. Hay algunos momentos muy graciosos, otros en los que se pierde la elegancia que, en general, tiene la película y otros que casi duelen por lo certero y ácido de la crítica que encierran.

El amor menos pensado habla del amor y desamor, de lo que lleva a una pareja a romperse o a mantenerse unida, pero habla, sobre todo, del reto del paso del tiempo, de las crisis de madurez, de lo que significa envejecer. En ese sentido, la carrera hacia delante de los protagonistas –añorando una situación que ya se dio, y sin darse cuenta de lo que ya tienen– se refleja de una manera sumamente lúcida. Si a eso le unes un final sorprendente –sí, sorprendente en tiempos de dictadura nihilista como los nuestros–, se entiende el éxito de la cinta.

Y se entiende que se le perdone el exceso de metraje, la reiteración de algunas situaciones de brocha muy gorda y ese tramo medio donde la historia se empantana. Y se perdona también por las magníficas interpretaciones de Ricardo Darín y Mercedes Morán, que además tienen, para lucirse, un libreto de jugosísimos diálogos.

Ana Sánchez de la Nieta
@AnaSanchezNieta

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