La historia del cine, especialmente del cine norteamericano, está sembrada de películas sobre entrenadores deportivos que tienen que luchar contra los elementos para lograr que su equipo triunfe.

Esta película británica se basa en una novela de David Peace sobre la trayectoria del carismático y arrogante entrenador de fútbol Brian Clough (1935-2004), que primero fue un valioso futbolista hasta los 29 años, momento en que una lesión le retira del terreno de juego y le lleva al banquillo como entrenador.

Clough logrará grandes éxitos con dos equipos que sube de segunda a primera división de la liga inglesa, con una corta y traumática estancia en el Leeds United, equipo al que se refiere el título de la película. Su trayectoria está sembrada de desencuentros, explosivas declaraciones a la prensa, subidas y bajadas, triunfos y fracasos.

La pericia del guionista Peter Morgan (La reina, El último rey de Escocia, El desafío: Frost contra Nixon) eleva extraordinariamente el nivel de un relato que es mucho más que un biopic deportivo. Morgan tiene una asombrosa capacidad de crear situaciones sugestivas protagonizadas por personajes muy bien construidos. Como ya ocurría en Frost contra Nixon y La reina, los protagonistas de esta película, muy bien dirigida por Tom Hooper, tienen mucho brillo y una fascinante personalidad, provocando en el espectador reacciones muy diversas, desde la simpatía y la admiración, al menosprecio y el fastidio.

Siguiendo la línea de sus películas anteriores, Morgan dispone unos antagonismos cargados de electricidad y saca petróleo de la amistad entre Clough y su segundo, Peter Taylor. En este sentido, el ritmo de esta película, su montaje que avanza y retrocede en el tiempo recurriendo a unos ingeniosos grafismos, son muy superiores a los de la película Frost contra Nixon, dirigida por el norteamericano Ron Howard. Muy hábil es la decisión de centrar la película en el año 1974, cuando Clough es contratado por el Leeds: esa opción evita la dispersión argumental, que se refuerza obviando asuntos que hubieran restado unidad al relato (por ejemplo, el grave problema de alcoholismo que Clough tuvo durante décadas, que queda apuntado fugazmente). Morgan tiene claro lo que quiere contar y evita irse por las ramas, un defecto frecuente en muchos de sus colegas, especialmente cuando tienen personajes golosos.

El actor Michael Sheen -antes fue Tony Blair y David Frost, y se entiende a las mil maravillas con Morgan- hace un trabajo espléndido, el mejor de su carrera. Le acompaña un reparto muy entonado: cada actor tiene ocasión de lucirse sin histrionismos, cosa que supongo agradecerán bastante.

La lograda ambientación nos mete de lleno en un deporte que despierta pasiones y que en los años setenta tenía menos tonterías que en la actualidad, con tanto galáctico suelto y esa ridícula retórica pseudoépica que sacraliza las aventuras de 22 tipos detrás de una pelotita.

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