Después de ganar en 1989 el Oscar al mejor cortometraje de animación con Tin Toy, y en 1996 un Oscar especial por Toy Story, el californiano John Lasseter reafirma en Bichos su supremacía en la animación en 3D por ordenador. Se podría hablar mucho de sus avances técnicos respecto a los anteriores films de la empresa Pixar o a su inmediata competidora, Antz (Hormigaz), de DreamWorks. Pero lo que realmente marca la diferencia no es su brillante acabado formal, sino el excelente tratamiento narrativo y dramático de la historia y sus personajes.

Inspirada libremente en la fábula de Esopo La cigarra y la hormiga, y con jugosas referencias a otros clásicos de la literatura y el cine -como Los siete magníficos, de John Sturges, o el slaptick de Chaplin, Buster Keaton y Harold Lloyd-, describe los esfuerzos de una colonia de laboriosas hormigas para librarse de la tiranía de una banda de desalmados saltamontes. Contarán en su empeño con la ayuda de una esperpéntica troupe de insectos de circo.

Fiel a su condición de fábula épico-cómica, Lasseter y sus guionistas han creado una sensacional galería de entrañables personajes, que arrancan carcajadas de las auténticas e intensas emociones reales, simplemente reflejando con nitidez ética, cercanía y sutileza todas las grandezas y miserias del ser humano. En esta riqueza antropológica se aprecia la clara consideración que tiene Lasseter del cine de animación como un género no infantil, sino «para toda la familia», así como el valioso asesoramiento que recibe de su esposa y sus cinco hijos.

Asentada sobre el firme cimiento de un espléndido guión, y sin recurrir al estilo musical de las últimas películas animadas de Disney, Fox, Warner y DreamWorks -aquí la vibrante partitura de Randy Newman es sólo un elemento de apoyo-, Bichos redondea su apuesta con una animación de gran riqueza gestual y magnífica planificación, plagada de gags visuales y con un esmerado tratamiento de las texturas, los colores y la luz. Todo esto hace de ella una propuesta irresistible, que cumple letra por letra el lema con el que Lasseter arenga a los 400 animadores de su empresa Pixar: «El arte desafía a la tecnología y la tecnología inspira al arte».

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