Altered Carbon

TÍTULO ORIGINAL Altered Carbon

PRODUCCIÓN Estados Unidos - 2018

DURACIÓN 60 min.

CREADORES

PÚBLICOJóvenes-adultos

CLASIFICACIÓNViolencia, Sexo

ESTRENO02/02/2018

Tras anunciarse, a finales de enero, que en China se había clonado por primera vez a primates, se plantea la pregunta: ¿se podrá pronto clonar a personas humanas? Aunque de momento esto sigue siendo mera utopía, en la ciencia ficción se lleva “experimentando” desde hace tiempo: ahí radica el aspecto socio-ético de esta rama de la literatura y el cine. Desde comienzos del milenio, diversos directores –desde Nick Hamm (El enviado) y Michael Bay (La isla) hasta Benedek Fliegauf (Womb) y Mark Romanek (Nunca me abandones)– han advertido de las consecuencias de la clonación humana.

En la nueva serie original de Netflix Altered Carbon, desarrollada por Laeta Kalogridis a partir de la novela homónima (2002) de Richard K. Morgan, la muerte ha dejado de ser ineludible. En el siglo XXI se consiguió codificar el espíritu humano en un disco cortical, que puede transferirse a diferentes cuerpos o “fundas”. En el siglo XXIV, esta técnica ha llevado a que los ricos se hayan convertido en “meths”, término derivado de Matusalén. Viven en el “Aerium”, por encima de las nubes donde reina un sol eterno; su consciencia se graba cada 48 horas, pudiendo transferirse a “fundas de diseño” o también a sus propios clones. El sueño de la “superlongevidad” o de la inmortalidad, una de las columnas del transhumanismo, parece conseguido… si se dispone de los recursos necesarios para ello. La mayoría, por el contrario, malvive en ciudades superpobladas y peligrosas, donde llueve constantemente.

El diseño de producción recuerda a Blade Runner y la fotografía de Martin Ahlgren y Neville Kidd saca partido al contraste entre la vida “abajo” y “arriba”. La consciencia de algunos vuelve a implantarse en una “funda” adjudicada por el Protectorado, que vela por el derecho interplanetario. La excepción son las personas creyentes, denominadas “neocatólicos”, que se registran con un “código religioso”. Sin él, no tendrían acceso a los sacramentos. Resulta significativo que nuevamente, en una obra de ficción, “creyentes” sea sinónimo de (neo)católicos, aunque de un policía se menciona su religión musulmana. En cualquier caso, los creyentes son los únicos que se niegan a “emplear el cuerpo de los muertos”.

Altered Carbon comienza cuando Takeshi Kovacs, condenado al letargo 250 años antes por terrorista, es despertado para esclarecer el asesinato del hombre más rico del planeta, Laurens Bancroft. Si bien el “yo” de Bancroft fue transferido a un clon tras dicho asesinato, con lo que ha “revivido”, se perdieron 48 horas de sus recuerdos.

La serie salta una y otra vez entre dos planos temporales. En su intento de esclarecer el asesinato de Bancroft –en el siglo XXIV y en la ciudad de Bay City (la antigua San Francisco)–, Kovacs se plantea todo tipo de preguntas. Como es usual en las series de TV, el guión está delineado de tal modo que cada capítulo termina con lo que se denomina un cliffhanger, un recurso que genera especial suspense para que el espectador desee conocer la continuación… en el siguiente capítulo.

Con una cuidada dirección artística y un ritmo en la mayoría de los casos trepidante, gracias a un buen uso de la cámara y sobre todo de la edición, Altered Carbon destaca asimismo en el ámbito de las interpretaciones: sobre todo, el hecho de que Takeshi Kovacs esté interpretado en los dos planos temporales por dos actores que, exteriormente, son completamente distintos, le presta un especial atractivo. Destacan también Renee Elise Goldsberry en el papel de la guerrillera Quellcrist; y Chris Conner, quien con una buena dosis de humor, da oxígeno a la acción. Sin embargo, no todos los actores están a esa misma altura.

En un mundo en el que se ha separado el “yo” del cuerpo, solo los cristianos (o los creyentes, en general, algo ambiguo en la serie) defienden la unidad entre alma y cuerpo contra este nuevo maniqueísmo, que conlleva la pérdida de dignidad del cuerpo humano, que se traduce en una sobreabundancia de escenas de sexo y aún más de violencia. Pero eso también lleva a difuminar la frontera entre el bien y el mal. Uno de los protagonistas define el tema de la serie como “el efecto corruptor de la inmortalidad”, pues ese progreso –así se dice expresamente– no trajo consigo ninguna liberación, sino “el hambre de cosas que la realidad no puede ofrecer”. Como en los filmes mencionados, el corolario de Altered Carbon es bien claro: “El invento de los stacks fue un milagro… y el comienzo de la destrucción de nuestra especie, pues lo que siguió no era humano. La muerte era la última protección contra los tenebrosos ángeles de la naturaleza humana”.

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