Alatriste

Director y guionista: Agustín Díaz Yanes. Intérpretes: Viggo Mortensen, Elena Anaya, Eduard Fernández, Ariadna Gil, Unax Ugalde. 147 min. Adultos. (VXS)

GÉNEROS

Esta ambiciosa superproducción española adapta las cinco novelas de Arturo Pérez-Reverte sobre las aventuras del capitán Alatriste, un veterano de los Tercios de Flandes, que corre todo tipo de aventuras en la España del siglo XVII (ver Aceprensa 3/97, 13/98 y 167/03). En concreto, se implica como soldado de fortuna en las intrigas entre el Conde-Duque de Olivares y la Inquisición, mientras educa a su ahijado, se enamora de una famosa actriz y sobrevive a varias emboscadas de un asesino siciliano, tan temerario y amargado como él.

La película padece la fría declamación en castellano de Viggo Mortensen y una duración excesiva, agravada por el carácter episódico de la trama. El madrileño Agustín Díaz Yanes («Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto», «Sin noticias de Dios») maquilla estos defectos menores gracias a una rigurosa dirección de actores y a una brillante puesta en escena hiperrealista, de intensa planificación y en la que exhibe el generoso presupuesto del filme tanto en las escenas intimistas como en las potentes batallas y peleas de espadas. En este sentido, hay que aplaudir la excelente labor del director artístico Benjamín Fernández, del director de fotografía Paco Femenia y del compositor Roque Baños, cuya banda sonora es sensacional.

Sin embargo, sufre también la película algún defecto grave, causado por su excesiva fidelidad a las novelas originales, planteadas como un homenaje a Alejandro Dumas y destinadas al público juvenil. De este modo, los personajes resultan demasiado folletinescos y esquemáticos, y Pérez-Reverte los mira desde un profundo pesimismo existencial, cínico y canalla, más propio del nacional-agnosticismo actual que de la España del Siglo de Oro. Se deforma así el retrato de esa época y se arrebata a los personajes una religiosidad católica, que les influiría de algún modo, y que aquí se reserva exclusivamente para la Inquisición, dibujada con los trazos caricaturescos y maniqueos de su leyenda negra.

Es una lástima esta perspectiva parcial, que devalúa el noble afán de Pérez-Reverte de reivindicar sin complejos la historia de España, con sus miserias, pero también con sus muchas grandezas, que siguen avergonzando a la sectaria cultura oficial. Además, limita notablemente las posibilidades de una película poderosa, entretenida y culta, que, incluso con sus defectos, es una bocanada de aire fresco entre tanto melodrama existencial sin rumbo y tanta comedieta descerebrada.

Jerónimo José Martín

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