Festival de San Sebastián, 1997:Concha de Plata a la mejor actriz (Julie Christie).Premio ALMA al mejor guión.
En Afterglow, Alan Rudolph (Elígeme, Pensamientos mortales, La Sra. Parker y el círculo vicioso) oxigena un poco la densa sordidez de sus últimas películas con un hábil recurso a la comedia. El guión describe los dramas de dos matrimonios en crisis. Uno (Julie Christie y Nick Nolte), maduro y rutinario, está de vuelta de todo; el otro (Lara Flynn Boyle y Jonny Lee Miller) vive amargado por la inmadurez y la frivolidad del éxito demasiado rápido. El intercambio casual de parejas dará a estos personajes heridos una oportunidad para rehacerse.
Quizá sean incuestionables la solidez del guión, el poder de sugestión de las atmósferas que se recrean y la calidad de las interpretaciones, sobre todo la de Julie Christie, sin duda espléndida en su papel de desencantada ex actriz de serie B. También es verdad que tiene entidad dramática el alegato de Rudolph contra el deshumanizado materialismo de la moral del triunfo, así como su peculiar defensa del matrimonio y la maternidad.
Pero el conjunto se resiente de su recargada sofisticación formal y sobre todo de una premeditada ambigüedad moral, frívolamente permisiva en materia sexual e impregnada de un amargo cinismo, al que seguramente no sea ajeno el productor del film, el cineasta Robert Altman (Vidas cruzadas, Prêt à porter, Kansas City). Esta amoralidad decanta a menudo en un sórdido tratamiento del sexo, que provoca que las risas se congelen en rictus de frustración. Así que esa idea programática de que «siempre queda un rescoldo de felicidad en la penumbra», aunque es cierta, parece falsa
Jerónimo José Martín