500 días es lo que dura la relación imposible entre Tom, un joven tímido y romántico que se gana la vida dibujando tarjetas de felicitación, y Summer, una compañera de trabajo imaginativa, vitalista y bastante cínica en cuestiones sentimentales.

Después de una dilatada carrera en el campo de la publicidad, Marc Webb se estrena en el largo con esta comedia indie que ha conseguido recaudar 22 millones de dólares en EE.UU. y se ha convertido en la heredera natural de los sleepers que, casi todos los años, lanza Fox Searchlight (Little Miss Sunshine, Juno o Once).

La cinta es una especie de collage donde cabe casi todo -desde un número musical hasta la inserción de algunas escenas trucadas de El séptimo sello de Bergman- para mostrar que llevar a buen puerto una relación es algo mucho más complicado que lo que nos cuentan las películas y las canciones de amor. Difícil sobre todo en una sociedad -como la actual- en la que el exceso de sentimentalismo y las ansias de enamorarse conviven amigablemente, al menos en apariencia, con el cinismo, las mentiras, el sexo insustancial y rápido y la falta de compromiso. Al final, un lío: que es el lío amoroso de Tom y Summer. Un lío muy bien escrito y que se muestra visualmente con enorme fuerza.

Webb utiliza un montaje fragmentado que comienza en el día 488 y avanza aleatoriamente, divide la pantalla para contar las expectativas de Tom y la fría realidad de los hechos, tira de recursos de animación y, sobre todo, envuelve la historia en una banda sonora magistral donde las canciones (de los Smith, Simon y Garfunkel…y Carla Bruni, entre otros) son también parte del guión.

Además, la película cuenta con unas interpretaciones tan convincentes que resulta casi imposible pensar en otra Summer que no sea Zooey Deschanel o un Tom diferente a Joseph Gordon-Levitt.

(500) días juntos no es redonda pero aporta varios elementos muy interesantes a la maltrecha comedia romántica americana. Y aunque a ratos pueda resultar insustancial, sienta acta del desconcierto moral de una sociedad hipersentimental que deja su educación afectivo-sexual en manos de unos cuantos productos “culturales” (que van desde las canciones de karaoke hasta las películas porno) y toma como consejero amoroso al primero que pasaba por allí. En ese sentido, el personaje de la hermana de Tom, además de resultar divertidísimo, es todo un descubrimiento.

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