Opinión Pública

La omnipresencia de la opinión en los medios y en las redes sociales plantea cuestiones sobre la calidad del debate público.
En vez de presentar al presidente demócrata como el venerable padre de la nación, habría que empezar a verle como parte interesada en la batalla cultural.
Iniciativas y buenas prácticas para hacer avanzar la conversación sobre temas sociales controvertidos.
Para la mayoría de la gente, el aborto dista mucho de ser un bien social y suscita más reparos morales de los que sugiere el debate político y mediático.
Pese a estar tan denostadas, las disputas sobre estilos de vida siguen decidiendo la orientación más profunda de la sociedad.
La actual epidemia es uno de esos casos en que la abundancia de datos puede no dejarnos bien informados, porque falta contexto.
Ante el cansancio con los discursos alarmistas, hay quienes se molestan en buscar enfoques que interesen a los despreocupados por el cambio climático.
Hoy prevalecen dos marcos que están envenenando la manera de enfocar una serie de asuntos controvertidos.
En las disputas sobre valores, lo subversivo es decir algo con sustancia e interesar a los no afines.
En la batalla de las palabras por definir qué es el centro razonable, parten con ventaja quienes lograr definir cuáles son los extremos.
El director del diario quiere evitar que el término se convierta en una etiqueta fácil. Pero la Redacción no ha encajado bien la idea.
Cuando la corrección social llega a hacerse cultura, resulta más difícil librarse de las opiniones y los modos de vida dominantes.
De las distintas maneras posibles de combatir la desinformación, una ley es quizá la peor.
La movilización permanente de las emociones carga de ruido y ansiedad el espacio público.
La histeria ante los populismos, las noticias falsas o los filtros burbuja, puede ser un pretexto para no examinar la propia capacidad crítica.
Tendemos a creernos bien informados y afirmamos con contundencia nuestro derecho a pronunciarnos sobre diversos temas. En realidad, no sabemos tanto, y la corriente de la posverdad puede arrastrarnos fácilmente.
Según un estudio, basta un 25% de disidentes para que la mayoría se pase al otro bando.
Cuatro principios para respetar a las personas en las redes sociales.
A fuerza de exagerar, trivializamos el lenguaje y nos quedamos sin vocabulario para denunciar las situaciones de injusticia extrema.

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